El foco de estudio, traccionado por las países centrales, es la gobernanza de la IA. En América Latina la preocupación es por el impacto en el trabajo. En Argentina, el 25% del empleo podría verse afectado.
Fuente: Pagina/12
“La IA generativa y el futuro del trabajo siguen estando notablemente ausentes del diálogo mundial sobre la gobernanza de la Inteligencia Artificial (IA)”. De esta manera comienza el informe de la Global Partnership on Artificial Intelligence, una organización formada por gobiernos, industria, sociedad civil, academia y otros actores de 29 países se reunió en la ciudad de Montreal en Canadá para discutir sobre posibles regulaciones de la IA generativa.
La advertencia inicial refiere a lo poco que se está previendo el impacto de esta tecnología. Como puede entrenarse para operar en diversos espacios y para múltiples tareas, dificulta anticipar su impacto concreto. Como señala el informe, hay una “gran incógnita” que refiere a “un importante número de trabajadores cuyo futuro podría desaparecer por la IA generativa”. Si bien las proyecciones son inciertas, la parte de la población activa en riesgo es numerosa: “No se trata de una cifra marginal”, asegura el informe, “casi el 9 por ciento de la población activa“.
Si bien el informe aclara que la IA no conducirá al “fin del trabajo”, la cantidad de gente que deberá, en el mejor de los casos, adaptarse a un nuevo contexto es significativa. Por eso, resulta fundamental generar espacios de investigación que permitan evaluar las mejores políticas públicas para gestionar la transformación.
Un foco eurocentrista
Cash dialogó con Fernando Schapachnik, doctor en Ciencias de la Computación e Investigador de UBA-CONICET y director ejecutivo de Fundación Sadosky, que participó del encuentro. El especialista viene advirtiendo sobre el efecto que la IA generativa puede tener sobre uno de los ejes fundamentales de la organización del sistema social, político y económico: el trabajo. En una entrevista para este mismo medio explicaba que “algunas estimaciones internacionales señalan que un 25 por ciento del empleo en Argentina puede verse impactado por la automatización” y que es necesario tomar medidas para reducir el riesgo.
“Este reporte que habla del 9 por ciento o 181 millones de personas con riesgo de perder el trabajo, es optimista. Hay otros, por ejemplo el de Goldman Sachs, que mensuraban el impacto en 300 millones. En cualquier caso está claro que el impacto va a ser considerable”, aseguró Schapachnik.
En el encuentro de Montreal participaron once países europeos. Japón, Canadá, México, India y Argentina representaron al resto del mundo, lo que sesga la perspectiva. Para Schapachnik las diferentes realidades impactan en la forma en que se percibe a la IA Generativa: “Dentro de la comunidad de expertos y expertas que trabajan IA, hay mucha preocupación por el tema disrupción en la democracia y por la gobernanza. Es decir, que no discrimine, que no tenga sesgos, etcétera. Pero sólo una minoría está preocupada por el impacto en el mundo del trabajo. En los países centrales la mirada es de optimismo sobre los impactos económicos de la IA”.
Parte de la preocupación también pasa por la opacidad con la que se manejan las empresas: “Nosotros, por ejemplo, aún no sabemos cuánta energía se usa cada vez que usamos ChatGPT. La cantidad de energía requerida por el entrenamiento es muy alta pero no sabemos cada cuánto hay que reentrenar al sistema. Algunos expertos consideran que es un proceso que se hace con frecuencia para que no quede obsoleto. Pero lo más importante ocurre cada vez que generamos un texto, una imagen: ¿Cuánta energía consume eso? En un mundo con problemas climáticos yo querría saber el impacto ambiental que tiene una interacción con ella”, explica.
Schapachnik da un ejemplo sobre la importancia de regular la actividad en Argentina: “Si un trabajador es remplazado por una aplicación que pensamos que es Argentina. Puede pasar que alguien pague, por ejemplo, diez dólares pero ocho se terminan yendo a una de las empresas globales de inteligencia artificial. De esa manera perdimos un puesto de trabajo e impactamos en la balanza de pagos generando déficit. Por eso, creo que esto es una oportunidad para pensar en una nueva ley de software”.
Más allá de la IA, Schapachnik percibió que “en este tipo de foros los aspectos particulares de la realidad latinoamericana y del sur global en general son desconocidos, incluso para aquellos que pueden tener empatía con las situaciones de desigualdad y querer contribuir para combatirlas. Es necesario que las voces latinoamericanas estén presentes en los foros internacionales no sólo para regular la ´IA latinoamericana´ sino para que la ´IA global´contemple nuestras necesidades”.