Cada nueva tecnología cambia, no siempre para mejor, la manera en la que atravesamoss experiencias y guardamos memorias.
Fuente: Olivia/Sohr
Una imagen reciente de miles de personas levantando sus teléfonos para registrar el año nuevo frente al Arco del Triunfo en París generó comentarios en redes sociales de gente horrorizada sobre cómo estamos viviendo y qué nos puede hacer el hecho de estar siempre con el celular en la mano. ¿Será que estar tan pendiente de capturar el momento afecta cómo uno lo vive? ¿Puede ser que al sacar fotos de todo tercericemos nuestra memoria? ¿Saber que vamos a tener una imagen disponible después para reconstruir el momento hace que recordemos menos?
Cada nueva tecnología nos hace pensar que nos vamos a perder algo con ella. Hay registros desde Sócrates, que pensaba que la escritura nos iba a llevar a recordar menos, porque íbamos a poder consultar los textos. Lo que es más escaso es la evidencia de que efectivamente nos hayamos vuelto más limitados. Pero eso no quiere decir que la tecnología no tenga ningún impacto sobre cómo pensamos y vemos el mundo. Y las cámaras pueden cambiar nuestra experiencia de varias maneras.
Una forma en que lo pueden hacer es relajándonos: sentimos que no tenemos que recordar el momento, porque está registrado por la cámara y entonces lo olvidamos más fácil. Esta es una línea de estudio en la que se han hecho varias investigaciones. En una de ellas, le pedían a las personas que vean una serie de piezas de arte, pero que sólo le saquen fotos a algunas. Al final, les hacían una prueba de memoria. Y sí, las personas recordaban más las piezas que no fotografiaron.
Pero no siempre es así. En otro estudio similar, le pidieron a las personas que recorran un museo sacando o no sacando fotos, pero agregaron otra opción: en algunos casos tenían que sacarle fotos a ciertos detalles del objeto, haciendo zoom. Al tener que fijarse en los detalles, pensar mejor el encuadre, hacer zoom, las personas parecían registrar mucho más de lo que estaban viendo, que cuando simplemente hacían click sin prestar tanta atención.
La cámara no sólo puede tener efectos sobre nuestra memoria. También puede hacer que nuestras experiencias sean distintas. Cuando vamos por el mundo con una cámara, estamos prestando más atención a los estímulos visuales y eso puede hacer que se nos pasen un montón de otras cosas. Nuestro cerebro es limitado, y si estamos buscando qué fotografiar, nos abstraemos de otros estímulos.
Así lo mostró un estudio en el que a algunas personas les permitían visitar una exposición con su celular para sacar fotos y a otras no, pero esta vez mientras lo hacían escuchaban una audioguía. En este caso encontraron que tener la cámara podía ayudar a mejorar la memoria visual, pero hacía que recordaran menos lo que escuchaban. Enfocarnos en lo visual nos quita capacidad de registrar otras cosas.
Y todo esto no quiere decir que tenemos que dejar de sacar fotos y registrar lo que vemos. De hecho, hay algunos estudios que muestran que sacar fotos incluso puede ayudarnos a disfrutar más de una experiencia, el efecto que puede tener sobre nosotros depende de muchos factores. Y uno muy importante es para qué estamos sacando la foto.
Una cosa es fotografiar porque vimos algo que nos gustó, porque nos divierte o porque queremos recordar el momento. Una muy distinta es sacar fotos para compartir, es decir pensar no sólo en cómo fijar el momento sino en cómo vamos después a mostrar esa foto a otros, lo más probable, en redes sociales. Ahí sí nuestro disfrute del momento puede caer bastante. Al menos así lo vieron en un estudio en el que le hacían encuestas a personas que se estaban sacando una foto junto a un punto turístico, y les preguntaban cuánto les había gustado la experiencia, si la recomendarían y para qué estaban sacando la foto, para sí mismos o para compartirla. Cuando la foto era para compartir después, el nivel de satisfacción era más bajo. Probablemente empezamos a querer buscar el ángulo perfecto, fijarnos más en cómo salimos y la pensamos más como una forma de proyectar nuestra imagen que de vivir la experiencia. Y eso puede afectar cuánto la disfrutamos.
No se trata de volverse un fundamentalista anti-fotos, al contrario, nos pueden ayudar mucho a disfrutar el momento. Siempre y cuando sepamos para qué las sacamos y podamos también soltar la cámara para prestarle atención a otras cosas.