La aplicación masiva de inteligencia artificial está impactando en toda clase de profesiones; en el caso de las que están más relacionadas con la creatividad, la discusión pasa por los derechos de autor y el material que se usó para entrenar a estas inteligencias digitales
Por: Irina Sternik
Una aplanadora destruye un metrónomo, un tocadiscos, una trompeta, pintura, un piano, diarios, un videojuego y una escultura. Es parte del anuncio de la nueva iPad Pro de Apple, que promete contener, en su interior, toda la creatividad humana. La publicidad generó polémica inmediata y la empresa de la manzanita tuvo que salir a pedir disculpas públicas. Desde 2022 vivimos una avalancha de anuncios similares y noticias relacionadas con revoluciones sobre la inteligencia artificial generativa (IAG) junto con otras sobre demandas de derechos de autor por parte de artistas, periódicos y diferentes colectivos que denuncian plagio y usurpación de contenido.
En Argentina esto último es un tema urgente: “El mundo de los artistas y creadores enfrenta demasiada desprotección frente a las grandes industrias”, afirma Lucía Camacho, coordinadora de políticas públicas de la organización Derechos Digitales, quien marca los retos que afronta el mundo del trabajo frente a las nuevas tecnologías. Por un lado, la automatización de ciertas actividades y formas de trabajo: “Se encuentran en mayor riesgo los tipos de trabajo creativo y artístico, como el de escritores, periodistas, creadores audiovisuales o diseñadores, porque al riesgo de la precarización se le suma el de la ausencia directa de oportunidades de trabajo en las áreas en que se formaron”. Sin embargo, indica, el riesgo también es para para otro tipo de trabajos calificados y que son apetecidos en el mercado laboral, como el trabajo de programación y creación de videojuegos: “De hecho, los despidos masivos que estamos viendo en Estados Unidos en las grandes empresas de Silicon Valley son fruto no de la crisis económica que experimenta ese país, sino del arribo de la automatización en el desplazamiento del trabajo humano”.
Es que desde ChatGPT salió del laboratorio de OpenAI todo cambió. “La lógica de mercado es clara: hacer más con menos. Por una parte, gracias al trabajo de periodistas y medios, de activistas y de denuncias, conocemos muchos casos de imitación e incluso suplantación de artistas, pintores, locutores, actores, etc.”, advierte Esther Paniagua, periodista, autora y profesora española especializada en ciencia y tecnología.
Si bien afirma que es pronto para sacar conclusiones, detalla hechos concretos: “Conozco muchas empresas que han dejado de recurrir a diseñadores para realizar sus informes o sus comunicados de prensa o campañas. También se usan para tareas más anodinas y, al contrario, para otras más complejas, como bufetes de abogados que reconocen que prefieren dejar de contratar gente o prescindir de ella y usar IA generativa”. Destruye puestos de trabajo, pero a la vez crea otros, dice Paniagua y cita a la antropóloga Mary L. Gray con la paradoja de la última milla de la automatización: “Lo que hay que mirar es a qué velocidad se crea, y a qué velocidad se destruye”.
Si bien muchos profesionales se ven amenazados ante esta nueva realidad, muchos otros encuentran en estas herramientas un asistente perfecto y a un costo-beneficio aceptable. Facundo Vargas es biólogo y trabaja en la Dirección de Áreas Protegidas y Biodiversidad de Chaco. Una de sus funciones es analizar los datos de la pesca comercial para validar períodos de pesca. Lo que antes resolvía con hojas de cálculos y programas estadísticos, ahora lo hace con Rstudio, un programa que requiere saber Python, algo que Facundo maneja como autodidacta. Lo que logró con ChatGPT fue usar los datos de animales y los gráficos georeferenciados y preguntarle a la IAG cómo era el código Phyon que debía usar en Rsudio. Ante cada error, repreguntaba e intentaba de nuevo. Asegura que esta asistencia le ahorró meses de aprendizaje de programación.
Algo similar le sucedió a Hugo Mendiondo, programador y usuario de la versión paga de Copilot. “Muchas veces en programación hay que escribir bloques de código muy similares, casi iguales pero cambiando una o dos palabras. Con esta herramienta activada, como un plug-in del IDE (entorno de desarrollo) el software detecta estos bloques de código repetitivos y te sugiere el próximo”. Básicamente, lo asiste en la escritura de código y también genera documentación automáticamente. Le ahorra tiempo en tareas repetitivas. Para evitar errores, siempre revisa lo que hace y luego lo prueba de la misma forma que si lo hubiera escrito él.
Un informe realizado Foro Económico Mundial analizó 19.000 tareas ocupacionales y determinó el porcentaje que será modificado con la automatización. En el caso del marketing, un 56% de las tareas serán automatizadas y un 41% no cambiarán en su esencia. Solo un 3% quedará sin impacto.
“Utilizamos una variedad de herramientas basadas en IA para diferentes propósitos. Para la redacción de textos, ChatGPT, Google Gemini y Copy.ai, en su versión gratuita. Para la creación de imágenes, utilizamos Midjourney y Adobe Illustrator con su función de generación de imágenes vectoriales por IA” describe Norberto Riccitelli, CEO en Dibrand, una empresa de desarrollo de aplicaciones web y móviles que cuenta con 10 empleados, entre programadores, diseñadores, especialistas en marketing y gestión de proyectos. Ricciteli afirma que, al haber optimizado procesos, dejaron de contratar algunos servicios de periodistas y diseñadores: “Seguimos valorando la creatividad y el juicio humano en determinadas tareas donde la intervención humana es fundamental para la calidad”. El directivo aclara que el resultado final siempre requiere revisión humana.
La música, la fotografía, la pintura y la realización audiovisual son las áreas más interpeladas por la IA creativa. Tweety González, histórico productor musical y pionero en uso de tecnologías, se sincera al respecto de la incursión de la IA en esta área: “es una herramienta que si no necesitás belleza en esa obra, es útil, rápida y barata. Por ejemplo, para crear un jingle, o algo de música funcional. Inversamente a eso, si estás buscando arte, originalidad, estos programas prácticamente son inútiles, aunque también pueden ser disparadores para germinar futuras ideas originales”. Para González, todo depende del grado de excelencia que se busque, ya que los resultados aún no son tan sofisticados para reemplazar a los artistas: “Yo todavía me doy cuenta si está hecho o no por músicos. Eso con el tiempo quizás se disuelva y no te des cuenta. Ahí está un poco la disyuntiva, el enigma de esto: ¿hasta dónde va a llegar? ¿Se va a prescindir de los músicos?”.
Las profesiones relacionadas con la voz (locutores, actores, intérpretes) también están en la mira por el auge de herramientas llamadas text-to-speech (texto a habla) y voice cloning (clonación de voz).
Gustavo Pesci es presidente de Hardata, empresa de software de automatización de radio que hace 25 años se dedica a este desarrollo, y está por presentar una nueva versión de su software Dinesat; “Acabamos de agregar herramientas IA para generar avisos, locuciones, anuncios, artísticas y demás piezas de audio. Proporcionamos una biblioteca de voces generadas por IA y también la posibilidad de clonar voces” describe el ingeniero, y aclara que si la radio decide clonar voces, debe contar con la autorización del dueño de esa voz. Con el software se puede automatizar los noticieros radiales, el anuncio de la hora o información meteorológica. Pesci no lo ve como una pérdida de espacios, sino como una oportunidad: “Las radios chicas tendrán un abanico de voces con las cuales vestir sus emisoras, lo que generará un cambio artístico notable. Por otro lado, los locutores podrán ofrecer sus voces para que la usen emisoras que están lejos de su ciudad de origen”.
Sebastián Argarañaz es director de la carrera de locución de Eter y dice: “Desde la escuela defendemos la formación y la profesión, en la cual tiene que estar el componente artístico y creativo, además de la técnica”. Si bien no cuentan aún con un manual específico sobre IA porque aún no hay regulación al respecto, Argarañaz indica que las IA, al menos hasta ahora, no pueden sustituir ni reemplazar en expresividad a las emociones humanas. “Frente a esta realidad se produjo un reagrupamiento de profesionales de la voz, como es el caso de la OVU (Organización de Voces Unidas) en la que locutores, doblajistas y profesionales de la voz de Latinoamérica se reunieron para defender y proteger sus derechos fundamentales en la industria del entretenimiento, la publicidad y la educación, frente a la entrada inminente de las voces producidas por la IA”.
El mismo escenario desafiante viven las producciones de audiolibros, locutadas, hasta hace poco, íntegramente por autores o locutores especializados en lectura de libro. Hace algunos meses la plataforma Audible, de Amazon, anunció la disponibilidad de Virtual Voice de Amazon KDP, una herramienta gratuita de generación de voz sintética para aquellos autores que autopublican libros en la plataforma. Poco tiempo después, ya eran más de 50.000 los títulos leídos por IA, etiquetados con la leyenda “virtual voice”. A esos autores les hubiera salido entre 500 y 700 dólares la contratación de una voz para leer cada uno de sus libros en Estados Unidos.
La propiedad intelectual, los derechos de autor y copyright
La pregunta que corre por detrás de todos estos casos es ¿qué pasa con los derechos de autor? ¿De dónde sacaron la materia prima de entrenamiento estos sistemas? ¿Hay legislación que proteja a los seres humanos de sus obras realizadas y por generar?
Hay diferentes figuras que podrían aplicar este uso de material protegido, pero ninguna contempla la inteligencia artificial, salvo en Europa. Según explica Paniagua, hay una nueva directiva con respecto al trabajo digital en la Unión Europea: “entre otras cosas, se establece la obligación corporativa de informar a los trabajadores sobre el uso de sistemas de IA que pueden afectar las condiciones de trabajo, y sobre los parámetros en los que se basan dichos sistemas” explica, y agrega que, con respecto a los derechos de autor, la Ley de IA incluye medidas relativas a la transparencia de los sistemas de IA de propósito general (GPAI), entre los cuales se encuentran los modelos fundacionales: “Cualquier uso de contenido protegido por dichos derechos requiere la autorización de su titular. Sin embargo, no está claro hasta qué punto se reparará el daño que ya se ha causado”. Paniagua remarca el llamado “Efecto Bruselas” para inspirar a otros países a implementar regulaciones en esta línea: “El pasado abril, sin ir más lejos, se presentó en California un proyecto de ley que obligaría a las empresas de IA a informar de las obras protegidas por derechos de autor utilizadas en el entrenamiento de los modelos de IA generativa”.
La suerte está echada, pero como dijo el creador de MidJourney en esta entrevista: “Los autos son más rápidos que los humanos, pero eso no significa que dejemos de caminar”. Las consecuencias podrían ser similares a las que tuvieron la imprenta, la máquina de vapor, la electricidad, la computación e internet (revoluciones que trastocaron muchos procesos e industrias, pero que también generaron apertura de nuevos horizontes para otra gente), pero faltarán años para un análisis profundo.