Thursday, November 21

¿Cómo poner límites a mi hijo con el celular?

Guía para padres de chicos y adolescentes: orientación, estrategias y datos reveladores

Por: La Nacion

La problemática del uso de redes sociales de chicos y adolescentes se volvió innegable: desde las experiencias más cotidianas de padres alarmados por el efecto nocivo en la salud mental de sus hijos, hasta trabajos de expertos y estudiosos en la materia que advierten sobre las graves consecuencias que se registran en el ánimo de una franja etaria extremadamente vulnerable.

Chicas que están más preocupadas por mostrar el cuidado de su piel que por compartir momentos con sus amigas, chicos que acceden a material pornográfico o de enorme violencia, menores adictos a las apuestas virtuales, adolescentes con depresión o ansiedad por la eterna comparación que promueven las redes…El mundo adulto sabe que no hay tiempo que perder y que es imprescindible intervenir. La gran incógnita es cómo hacerlo.

Frente a este panorama, las preguntas de las familias se multiplican. ¿Cómo ceder ante la presión del “todos tienen redes? ¿Cuál es la edad recomendada para que mi hijo acceda a un celular? ¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a navegar seguro? Estos y otros tantos interrogantes son abordados en esta guía elaborada por la Fundación LA NACION con la colaboración de reconocidos especialistas en crianza digital y varias organizaciones expertas. Se trata de la segunda entrega de la serie Atrapados en las redes, que busca dimensionar la problemática y ofrecer herramientas para afrontarla.

¿Cómo puede afectar a nuestros hijos el uso del celular y las redes sociales?

El uso prematuro o excesivo de pantallas puede afectar la salud física y mental de los chicos.

Impacto sobre la salud física:
 Privación del sueño y pubertad precoz: existe evidencia científica que demuestra que la luz que emiten los celulares altera el ritmo biológico interno, lo que afecta el sueño y puede contribuir a la pubertad precoz en las niñas, según los datos de un estudio presentado en la 60ª Reunión Anual de la Sociedad Europea de Endocrinología Pediátrica.

 Problemas oculares: hacer foco con los ojos desde una distancia muy cercana puede estresar y cansar la vista. Se estima que para 2050, el 50% de la población va a tener miopía debido a un uso “excesivo” de la visión de cerca.

Impacto sobre la salud mental:
Con matices, pero siempre con contundencia, los expertos no dudan en vincular el uso de pantallas con trastornos psíquicos. El psicólogo social estadounidense Jonathan Haidt, en su libro The Anxious Generation (La generación ansiosa), plantea que la utilización precoz del celular puede provocar alteraciones sociales y neurológicas en los chicos. Esto incluye ansiedad social, depresión, falta de sueño, fragmentación de la atención y adicción.

 Efecto adictivo: un estudio realizado en Estados Unidos por el Pew Research Center revela que casi la mitad de los adolescentes dicen que utilizan internet “casi constantemente”. Esto se debe a que las pantallas tienen cualidades adictivas que alteran la sana producción de la dopamina, un neurotransmisor que se produce en el cerebro cuando realizamos actividades placenteras. “Las pantallas nos hacen producir muchísima dopamina en un muy corto período de tiempo. No es casualidad que cuando retiramos la pantalla de los niños, se ponen ansiosos, tienen desbordes emocionales y les cuesta muchísimo cortar”, explica la neuropsicóloga pediátrica Carina Castro Fumero.

 Poca capacidad de espera y ansiedad: se genera una dependencia digital y muchos chicos asocian que cuando se aburren o hay un tiempo de espera, el celular siempre está disponible.

 Falta de tolerancia a la frustración: gran cantidad de padres utilizan los dispositivos para calmar a sus hijos cuando están nerviosos. Esto impide que los niños desarrollen otras estrategias y habilidades para calmar su angustia y ansiedad.

 Refuerzo de conductas negativas: “Si tu hijo tiene un capricho y le das el celular para calmarlo, seguramente sentirá que lo estás recompensando, y es muy probable que en el futuro vuelva a emplear esta estrategia, la del capricho, para conseguir lo que quiere. Así, lo que al comienzo nos parece la solución fácil, será un problema a largo plazo”, sostiene la psicóloga Laura Jurkowski, directora de reConectarse, un centro de tratamiento de adicciones a la tecnología, y autora del libro Efecto Pantalla. Cómo lograr el equilibrio digital.

 Impacto en el juego simbólico y la creatividad: hay cada vez más chicos que no desarrollan juegos simbólicos o se acorta la edad en la que crean este tipo de juegos, que son claves para su desarrollo saludable. Esto se da porque el celular siempre está disponible y hay una quietud de la imaginación y de la creatividad. “Vemos chicas, por ejemplo de 8 años, que están mucho más preocupadas por su ropa, por su skincare (atención y cuidado de la piel), por los retos de las redes sociales, que por jugar”, cuenta Lucía Fainboim, especialista en ciudadanía y crianza digital, y directora de la consultora Bienestar Digital.

 Depresión: entre varias investigaciones, un estudio de la Escuela de Salud Pública Bloomberg, de la universidad Johns Hopkins, expuso que los adolescentes que pasan más de tres horas al día en las redes sociales tienen más probabilidades de sufrir altos niveles de ansiedad o depresión en comparación con los adolescentes que directamente no las usan.

 Mayores índices de suicidio y autolesiones: según especialistas y estudios, las redes sociales pueden aumentar las posibilidades de autolesiones y tendencias suicidas entre los adolescentes debido a que tienen el potencial de afectar la visión de sí mismos y sus relaciones interpersonales a través de comparaciones sociales e interacciones negativas, incluido el ciberacoso. Una revisión sistemática que incluyó 26 estudios (que utilizaron metodología cualitativa, descriptiva o transversal) encontró que las plataformas de redes sociales contemplan la normalización del comportamiento de autolesión, debates sobre cuestiones prácticas relacionadas con el suicidio y representaciones en vivo de actos de autoagresión.

 Baja autoestima: estudios relacionan los contenidos que proliferan en internet con una baja autoestima, especialmente en las niñas.

 Afecta su manera de vincularse: es habitual que se generen interacciones digitales agresivas entre los chicos. “Se maltratan mucho, tienen problemas entre ellos en grupos de WhatsApp, en las redes sociales, en los juegos online. Y eso los preocupa y angustia mucho”, explica Fainboim.

 Retraso del lenguaje: según Castro Fumero, un niño desarrolla los cimientos del lenguaje durante los primeros años de vida, por ende, cuanto “más temprano le demos un dispositivo a un niño, más va a impactar en el desarrollo de su lenguaje”.

 Afecta la capacidad atencional: estudios demuestran cómo se ve perjudicada esta función cognitiva. Al estar acostumbrados a consumir contenidos cortos y fragmentados, disminuye su capacidad para concentrarse, sobre todo si se exponen a las redes desde edades tempranas. “No es casualidad que tengamos sobrediagnóstico de déficit de atención”, argumenta Castro Fumero.

 Mayor riesgo de problemas alimentarios como la anorexia, la bulimia o el trastorno dismórfico corporal. Las redes sociales promueven la comparación permanente y la exposición a modelos de belleza inalcanzables les generan presión a los chicos afectando su autopercepción.

 Obesidad e impacto sobre el desarrollo motor: cuando están con los dispositivos, permanecen quietos, lo que favorece el sedentarismo, algo que puede aumentar la obesidad en chicos y adolescentes. Además, no interactuar con el propio cuerpo puede generar retrasos motrices en los más pequeños.

 Riesgos de accidentes: cuando están sumergidos en la pantalla aumentan los riesgos de tener un accidente por la falta de atención y conexión con el mundo exterior. Esto también aplica a los padres que, si se focalizan en sus celulares, pueden descuidar lo que sucede con sus hijos.

¿A qué peligros se exponen nuestros hijos en las redes sociales?

Los especialistas consultados para esta guía advierten sobre las múltiples situaciones a las que se exponen chicos y adolescentes. Asi las describe, en tanto, la American Academy of Child and Adolescent Psiquiatry:

 Mensajes de odio: “El ser objeto de burlas, desprecio o críticas en las redes sociales puede tener efectos devastadores para su imagen personal y autoestima”, explica Jurkowski.

 Ciberbullying: sucede cuando un niño o un adolescente utiliza la tecnología para acosar, humillar, amenazar, hostigar, burlar o asustar a otros de manera reiterada. Para que sea ciberacoso estos mensajes deben tener el propósito de lastimar y se tienen que sostener en el tiempo. La viralización de mensajes, fotos y videos puede generar un efecto dramático en el acosado ya que, más allá de sentirse agredido por el comportamiento del hostigador en su contra, también sufre por la difusión de esa información.

 Sexting: consiste en el envío de contenidos de tipo sexual (principalmente fotografías y videos) a otras personas por medio de teléfonos celulares. Se trata de una conducta muy frecuente entre adolescentes que no suelen ser conscientes de los peligros a los que se exponen. Algunos de los riesgos que subraya Jurkowski en su libro Efecto Pantallas son:
1. El que recibe las imágenes puede compartirlas en canales públicos, ya sea con o sin malas intenciones.
2. Las imágenes pueden ser usadas para amenazar o sacar provecho del otro o para hacerle ciberbullying.
3. Algunas veces, las fotos pueden ser utilizadas para páginas de citas o pornográficas.
4. Repercute en la imagen de la persona ya que pueden verla conocidos y generarle muchos conflictos.

 Grooming: se da cuando un adulto acosa sexualmente a un niño, niña o adolescente por medio de internet u otros medios electrónicos: redes sociales, mails, mensajes de texto o WhatsApp, juego online, sitios de chateo o blogs. “El adulto ejerce una serie de conductas para ganarse la confianza o amistad del menor al crear una conexión emocional y, de esta manera, conseguir lo que quiere de él, como algún contacto sexual, ya sea virtualmente o en un encuentro cara a cara”, relata Jurkowski en su libro.

 Contenido que incita a la violencia y a los juegos agresivos: varias investigaciones han demostrado una relación visible entre los chicos que pasan muchas horas frente a juegos violentos y el comportamiento agresivo.

 Contenido que incita a comportamientos riesgosos: Jurkouski explica que existen una gran cantidad de contenidos nocivos, como invitaciones a autoinflingirse, castigos corporales a través de conductas autolesivas y manuales o guías que promueven conductas perjudiciales para la salud como, por ejemplo, “carreras de ayuno” o restricciones alimentarias severas, entre otras.

 Contenido pornográfico: los especialistas están alarmados porque observan que hay chicos (de 8 años en adelante) que acceden a contenido pornográfico. Según Jurkowski, ver este tipo de material tiene su impacto:
1. Los conecta con sensaciones que no están preparados para sentir, lo que puede ser confuso para ellos o producirles una sobreestimulación.
2. Puede suceder que se acostumbren a estimularse con determinado tipo de fotos pornográficas y luego no puedan hacerlo de otra manera.
3. Quedan expuestos a acceder a imágenes o situaciones que no reflejen una sexualidad consentida, respetuosa del otro, cuidadosa y que exprese un sexo seguro.

¿A qué edad está listo mi hijo para tener celular y usar redes sociales?

Celular, cuanto más tarde mejor
En esto coinciden casi todos los especialistas. Una investigación hecha por The Global Main Institute, de 2023, que abarcó a 27.967 jóvenes de entre 15 y 18 años, demostró que el bienestar psíquico mejoró cuanto mayor fue la edad de posesión del primer smartphone. “Esto pone en evidencia que mientras antes le entreguemos un celular a un niño, peor va a ser su salud mental”, afirma Castro Fumero. Por eso, su recomendación es tajante: “Debe ser recién a partir de los 14, con supervisión y control”.

Sebastián Bortnik, experto en tecnología y crianza y autor del libro Guía para la crianza en un mundo digital, opina que el celular “es una herramienta para la adolescencia, por lo que darla en la preadolescencia y en la niñez es peligroso porque es una herramienta muy poderosa que no condice con el desarrollo evolutivo de los chicos en términos de toma de decisiones”.

Más allá de la edad, el especialista recalca que es clave acompañarlos y que los chicos entiendan que están recibiendo un dispositivo que requiere mucha responsabilidad y que implica asumir ciertos compromisos.

Castro Fumero recomienda arrancar con un aparato que no tenga acceso ilimitado a internet, bajo la supervisión parental. “Que no sea un teléfono inteligente, sino lo que llamamos ´teléfonos tontos´, que son los dispositivos con los que únicamente se pueden mandar mensajes, hacer llamadas, tomar fotos y ver algunas noticias en redes sociales”, sugiere la experta.

Redes sociales
Los especialistas consultados coinciden en que los chicos jamás deberían tener acceso a redes sociales antes de la edad permitida por cada aplicación (13 años como mínimo para TikTok, Instagram, Facebook, YouTube, Snapchat y X (exTwitter).

Algunos de estos expertos van más allá y postulan que los niños no deberían tener acceso a redes sociales hasta los 16 años, al argumentar que estas plataformas están diseñadas para generar adicción. En esta línea se inscriben el psicólogo social Haidt, autor de La generación ansiosa, y Castro Fumero, entre otros. La organización Common Sense Media considera los 15 años como una edad apropiada para que los chicos se inicien en la mayoría de las aplicaciones. En sus guías para padres ofrecen recomendaciones al respecto.

Al igual que con el uso del celular, Fainboim plantea que “cuanto más podamos esperarlo, mejor, pero nunca antes de la edad permitida por cada plataforma”.

Tanto los creadores de las redes sociales como los especialistas coinciden en algo: las plataformas no están pensadas para niños. Pero esto, en la práctica, generalmente no se cumple. En ese contexto, Fainboim reflexiona: “Cuando vamos a una librería, estamos un rato largo eligiendo el libro ideal para nuestro hijo según su edad, pero de pronto no nos preocupamos por el contenido para adultos al que accede en redes sociales. Ven escenas de guerra o contenido discriminatorio, que refuerzan estereotipos. Y después nos preguntamos de dónde saca determinadas cosas”.

Cómo saber si mi hijo está listo…
Según Fainboim, “para saber cuándo darle un celular a un chico hay que pensar en la etapa del desarrollo en la que está y en las características particulares de cada chico”. Además recomienda preguntarnos como padres por el sentido. Es decir, ¿por qué y para qué le voy a dar un celular?

Fainboim propone tomarse un rato en familia para preguntarnos si el niño tiene las habilidades para manejarlo y regularlo. “Si no las tiene, es lo mismo que cuando no está preparado para cruzar la calle solo o para cortar con cuchillo”, explica la especialista y agrega: “Una pregunta clave para hacernos es: ¿Mi hijo tiene habilidades reflexivas?” Un chico puede ser muy bueno en el manejo técnico del instrumento, pero al mismo tiempo no tener la capacidad de advertir si la persona con la que está hablando está mintiendo o tiene malas intenciones. La Common Sense Media propone hacer las siguientes preguntas:

1. ¿Muestra tu hijo un sentido de responsabilidad, como avisarte cuando sale de casa? ¿Se presenta cuando dice que lo hará?
2. ¿Tu hijo tiende a perder cosas, como mochilas o carpetas de tareas? Si es así, esperá que también pierda un teléfono.
3. ¿Tu hijo necesita estar en contacto por razones de seguridad?
4. ¿Tener fácil acceso a amigos lo beneficiaría por razones sociales?
5. ¿Creés que usará el teléfono celular de manera responsable? Por ejemplo, ¿no enviará mensajes de texto durante la clase ni molestará a los demás con sus conversaciones telefónicas?
6. ¿Hasta qué punto seguirá los límites que has establecido sobre cuándo, dónde y durante cuánto tiempo puede usar su teléfono?
7. ¿Utilizará las funciones de texto, fotografía y video de forma responsable y no para avergonzar o acosar a otros?

¿Cuánto tiempo de pantallas es recomendable?

La regla del 3, 6, 9 y 12 desarrollada por Serge Tisseron, director de Investigaciones de la Universidad París Nanterre, con el aval de la Asociación Francesa de Pediatría Ambulatoria, define cuál es el recorrido más eficaz para que las niñas y los niños se acerquen gradualmente al mundo digital.
Los números 3, 6, 9 y 12 hacen referencia a las edades en que la regla recomienda el paso al siguiente nivel en el uso de las tecnologías.

 Hasta los 3 años. Nada de pantallas. La exposición no permite que las niñas y niños se relacionen con su entorno a través de los cinco sentidos. El estado de quietud que las pantallas acarrean puede causar problemas de salud como la obesidad, impactar sobre el área del lenguaje y la memoria.

 Hasta los 6 años. Sin videojuegos ni tablets, ya que el autocontrol no se ha terminado de desarrollar y las consolas provocan una adicción que los domina. A causa de este efecto negativo, se pueden negar a realizar otras actividades, a prestar atención a los recursos educativos e, incluso, a interactuar con las otras personas.

 Hasta los 9 años. Uso limitado de internet. Siempre acompañados por una persona adulta, ya que existen posibilidades de encontrar contenidos nocivos e inapropiados, pueden empezar a incursionar de manera regulada en el mundo digital. Al cumplir 9 años, las madres y los padres deben establecer controles para que la navegación sea segura.

 Hasta los 12 años. Evitar el acceso a redes sociales o celulares propios. Es importante que el uso de internet siga siendo supervisado por las madres y padres. con controles de horarios y la alternancia de momentos de conexión con otros de socialización. Resulta fundamental invitarlos a hablar sobre las cosas que ven y escuchan en las redes.

 Desde los 12 años. Si bien pueden comenzar a construir una relación privada en el mundo digital por contar con ciertos aprendizajes que les permiten usar la tecnología de una manera más autónoma, hay especialistas que recomiendan que la entrega de un celular inteligente y el uso de redes sociales sea a partir de los 14 años y los 16 respectivamente (para más información, ver pregunta 3).

Foco en la calidad. Más allá del tiempo que pasan los chicos frente a las pantallas, hay algo que los expertos recalcan: es clave ver qué hacen los chicos cuando están frente a ellas una vez que se las habilitamos.

“Propongo poner el foco en pensar qué pasa por las pantallas”, sostiene Bortnik. En esta línea, dice que no es lo mismo dos horas en Instagram, dos en clase, una en videollamadas y una viendo una serie, que seis horas de corrido mirando fotos en Instagram o jugando a la play.

“La calidad por sobre la cantidad”, resume y propone pensar en tiempos para hacer ejercicio, plantear juegos de mesa, hacer la tarea, ayudar en la casa, etcétera. “Si nuestros hijos conectan lo suficiente por fuera de la pantalla con actividades diversas, después, una hora más o menos en pantalla no va a hacer la diferencia”, asegura.

¿Qué es el control parental y cómo funciona?

Existen aplicaciones que sirven para adecuar o limitar los contenidos a los que acceden los chicos, que se pueden activar en distintos servicios o dispositivos: computadoras, celulares, redes sociales, consolas de videojuegos, tabletas, televisores inteligentes, servicios de streaming y videojuegos.

En su guía, Chicos.Net los divide en:

1. Controles espía: ofrecen informes en tiempo real de las actividades, como mensajes de textos, llamadas y ubicación. Son altamente invasivas de la privacidad.
Ejemplos: QustodioNorton FamilyKaspersky Safe Kids y Secure Kids.

2. Pantalla con tiempo: se trata de timers o avisos en el celular de los padres y madres para limitar el tiempo de exposición.
Ejemplos: Screen Time.

3. Límites de acceso: restringen el uso del dispositivo a determinadas aplicaciones al bloquear el acceso a compras y conexiones a internet.
Ejemplos: Kids Place y Kids Shell.

4. Primeras configuraciones: tanto Android como iOS ofrecen un control parental con diferentes filtros en sus menúes de configuración, aunque esta opción puede ser fácilmente desactivada por los usuarios.

¿Cómo activar los controles? Cada dispositivo y cada plataforma tienen configuraciones específicas para los controles parentales. Algunos servicios de streaming y redes sociales permiten crear perfiles para personas menores de edad, como por ejemplo YouTube Kids.

¿Cómo monitorear los videojuegos? En el caso de los videojuegos, como por ejemplo Fortnite, dentro del programa se incluye la posibilidad de activar el control parental.

● Como primer paso, hay que vincular una cuenta de correo electrónico a la del juego. Una vez asociada, se puede generar un PIN para configurar las opciones.

● En Fortnite, es posible realizar ajustes para que no sea visible el lenguaje adulto, bloquear las solicitudes de amistad, ocultar el nombre, desactivar el chat de voz, descartar los informes semanales de tiempo de juego y el chat de texto.En otros casos, las opciones de configuración se deben buscar dentro del juego. Es recomendable chequear si el juego posee un control parental y la calificación que define si es apto para niños, niñas y adolescentes.

¿Cómo configurar las consolas? Cada consola tiene la posibilidad de configurar la opción de administración de familia o grupo familiar. Para establecer el control parental de algunas consolas, se pueden visitar:

● Playstation 5
● Xbox
● Nintendo Switch

Las guías de la ONG Common Sense Media ayuda a los chicos a navegar seguro por las principales redes sociales: Instagram, TikTok, YouTube, Snapchat, Minecraft, Roblox, Fortnite, Discord.


¿Cómo manejarnos frente a la presión del “todos lo tienen”?

Fainboim explica que muchas veces se habilita el celular inteligente porque “todos lo tienen”, sin siquiera chequear que esto sea así.

Buscar acuerdos: los especialistas coinciden en que es clave que las familias ejerzan su rol adulto y empiecen a hablar de este tema entre ellas para buscar consensos. “Yo no quiero que mi hija o hijo tenga todavía redes sociales, ¿lo charlamos?” “¿Nos ponemos de acuerdo?”, propone Fainboim.

No tener miedo a los límites: Para Bortnik, “no hay acto de amor más grande por los hijos que ponerles límite”. En esta línea, afirma: Creo que en los tiempos que corren poner límites es casi un acto revolucionario. Por eso, los acuerdos colectivos son importantes”, reflexiona.

Grupos de padres organizados: En Inglaterra, un grupo de familias se unieron y crearon el movimiento Smartphone Free Childhood, que se expandió rápidamente, y llegó a la Argentina de la mano de padres del colegio Bede´s, de Pilar, provincia de Buenos Aires, liderado por Gonzalo Arauz, bajo el nombre de Manos Libres.

Estos movimientos buscan empoderar a padres y escuelas para generar cambios, aumentar la conversación nacional sobre los daños en los chicos y presionar a gobiernos y empresas tecnológicas para que ayuden a protegerlos. Sus postulados son:

● Chicos sin smartphones hasta 3° de secundaria
● Sin redes sociales hasta los 16 años
● Sin celulares en los colegios
● Tomar conciencia, llegar a un acuerdo y armar una red entre adultos

¿Cuáles son las señales que alertan sobre un uso problemático?

Fainboim propone estar atentos a cómo están afectando las pantallas la vida de los menores y describe las situaciones en las que hay que preocuparse:

● Si vemos que es un chico que prefiere estar todo el tiempo con el celular.
● Si no puede conectar con la gente o prefiere vincularse siempre de manera digital.
● Si se nota una afectación de la concentración, el aprendizaje o su manera de expresarse.
● Si se ven afectados sus vínculos: muchas veces las interacciones están cargadas de agresiones y peleas.

En esta línea, Jurkowski divide a los consumidores que hacen un uso excesivo del celular en tres grupos, según cómo las pantallas afectan su vida:

 Los que permanecen muy pendientes de su celular o interrumpen las actividades que están realizando para enviar algún mensaje. Esto puede acarrear discusiones con familiares, profesores o amigos, pero no les provoca mayores problemas en el funcionamiento de sus vidas.

 Los que a causa de sus actividades con las pantallas, comienzan a vivir discusiones familiares más frecuentes o problemas en alguna otra área de sus vidas, por ejemplo, algún tipo de dificultad en el colegio. Pero, a pesar de estos conflictos, pueden mantener calificaciones aceptables en las escuela y llevar a cabo algún hobbie o actividad deportiva.

 Los que han desarrollado una adicción a las pantallas. Si bien oficialmente todavía este trastorno no figura dentro de las categorías diagnosticadas como una adicción, existe consenso dentro de la comunidad científica y social de que se trata de un grave problema con las características similares a las de otros procesos adictivos. Los especialistas coinciden en que, más allá del tiempo que una persona le dedica a la actividad con las pantallas, lo más preocupante surge cuando no se puede controlar el comportamiento. “Si esta conducta repercute en su vida, le genera problemas y, aun así, no se puede evitar realizarlo, podemos pensar que estamos frente a una adicción”, explica Jurkowski. En su web hay un test para detectar si existe una adicción.

En el libro Efecto Pantalla, Jurkowski dice que las siguientes conductas o situaciones deberían encender una luz de alarma y señalar que podemos estar frente a una adicción:

 Incapacidad para manejar el comportamiento compulsivo,
aunque interfiera en otras áreas de la vida
 Discusiones familiares ocasionadas por las conductas frente a las pantallas
 Problemas en el colegio o el trabajo por no correr el foco de los contenidos que ofrece el celular
 Abandono de actividades sin pantalla que antes resultaban placenteras
 Alejamiento de los amigos con los que antes compartían salidas o actividades fuera de las pantallas.
 Aislamiento

Algunos síntomas adicionales son:

 Pérdida de control frente al uso de las pantallas: requieren más tiempo conectados y con mayor frecuencia
 Cambios de humor: la posibilidad o imposibilidad de conectarse y el resultado de la actividad online marcan el estado de ánimo
 Fenómeno de tolerancia: necesitan estar cada vez más tiempo conectados para obtener los mismos resultados que al principio
 Síndrome de abstinencia: aparece cuando, por alguna razón, no se puede hacer uso de las pantallas. La persona experimenta un intenso malestar, enojo, irritabilidad, ansiedad o angustia. Este cuadro solo desaparece cuando se puede volver a conectar
 Deseo de desconectarse: hay una imposibilidad de desconcectarse por los propios medios
 Cada aspecto de la vida queda subordinado a la adicción: abarca desde la salud hasta lo académico
 Aparecen sentimientos de euforia: ocurren cuando la personas está conectada
 Mentir u ocultar: la persona no dice la verdad sobre el tiempo de conexión

Adicción a apuestas online. Actualmente, crece la preocupación de los especialistas y padres por el aumento de menores que apuestan de manera online y desarrollan una adicción al juego o ludopatía. “Vemos chicos muy chicos que apuestan todo el día, pierden mucha plata, le roban a la familia y reciben amenazas físicas de parte de las personas a las que les deben dinero”, revela Fainboim.

“Una vez que entran, les cuesta mucho salir porque carecen de filtros inhibitorios específicos para no quedar enganchados en estos estímulos que promueven una gratificación inmediata”, explica la especialista. En la web de Jugadores Anónimos hay un autotest para poder reconocer si existe una adicción al juego.

Adicciones a juegos en red y videojuegos. El uso de los juegos online ha crecido mucho en los últimos años. “A menudo acaparan de tal manera el día a día de los chicos que dejan de bañarse, de dormir, de comer y de salir de sus habitaciones. Los padres quieren establecer límites, pero los menores se irritan ante estos intentos”, explica Jurkowski.

A la vez, afirma que cuanto más chicos empiezan a usar los videojuegos e internet, más difícil se vuelve luego que puedan sentirse atraídos por otro tipo de actividades sociales, convirtiendo estos juegos en sus únicos intereses.

¿Cómo puedo acordar con mi hijo un uso equilibrado del celular?

“Me encantaría decir que se puede resolver con una app, pero el problema es que esto es un aspecto de la crianza. Entonces, las herramientas primarias son el diálogo, el ejemplo y eventualmente los límites”, opina Bortnik.

Educar con el ejemplo. Jurkowski cuenta que es cada vez más frecuente ver a madres amamantando a sus hijos mientras chequean sus redes sociales o contestan un mail o a padres conduciendo el auto con su hijo en el asiento trasero y que, en lugar de hablarle o cantarle, habla por teléfono por trabajo. “Con nuestra conducta les estamos enseñando un modelo que establece que lo más importante, lo que está primero, son las pantallas”, afirma.

Límites. Es clave no plantearlos de forma prematura. Hay que entender que el límite es positivo y que abre otras posibilidades. “No me canso de ver familias que dicen que cuando restringieron el uso de dispositivos, vieron mejoras y dicen: ‘Mi hijo empezó a jugar’”, relata Fainboim.

Diálogo. Se trata de ver cómo llega ese chico a tener un celular, cuál fue la construcción previa que hubo para que pueda entender las responsabilidades que implica y los riesgos que hay alrededor de su uso.

Hacer un contrato. Los especialistas recomiendan hacer un contrato con nuestro hijo antes de entregarle un celular. Establecer reglas claras que los ayuden a aprender a gestionar los teléfonos de una forma sana. Una manera posible es consensuar horarios y lugares para su uso. Por ejemplo, el teléfono se carga en la cocina o jamás llevar el celular a los dormitorios.

En su capítulo Redes y Adolescentes, la Academia Estadounidense de Psiquiatría Infantil y Adolescente recomienda:

 Hacerse amigo o seguir las cuentas de redes sociales de tu hijo con un acuerdo sobre si responderá o no a sus publicaciones.

 Garantizar que la configuración de privacidad esté activada para limitar el acceso a la información personal.

La fórmula propuesta por Castro Fumero es establecer los cinco “nunca”: son cinco momentos en los que jamás debería existir un celular en la mano de ninguno de los miembros de la familia:

1. Nunca cuando estamos comiendo porque son momentos de interacción, de compartir, de disfrutar de la comida y de establecer la conexión intestino – cerebro.

2. Nunca dentro de las dos horas previas a irse a dormir porque es clave cuidar el sueño de los chicos y adolescentes.

3. Nunca para calmar una emoción ya sea propia o de nuestro hijo. Si estoy aburrido, no voy al dispositivo; si estoy enojado, no voy al dispositivo, si mi hijo tiene un berrinche, no le doy el dispositivo. Al contrario, lo ayudo, le brindo herramientas suficientes para que aprenda a gestionar esa emoción que le va a servir para el resto de la vida.

4. Nunca cuando se está realizando otra actividad. por ejemplo, mientras se estudia. Si la persona está leyendo, no tiene por qué estar viendo mensajes o redes.

5. Nunca en eventos sociales como encuentros con amigos, fiestas familiares o eventos sociales. Nadie (incluidos los padres) tiene que tener un dispositivo.

Claudio Waisburg, director Médico del Instituto Neuropediátrico SOMA, suma otros momentos sin pantallas: “Durante momentos de conversación, juegos y resolución de problemas familiares”.

La Common Sense Media plantea ideas para ayudar a equilibrar el uso de la tecnología durante la noche

● Limitar el uso de pantallas por lo menos una hora antes de dormir.

● Establecer una rutina sin pantalla con tu hijo, como leer o escuchar podcasts, para ayudarlo a calmar su cerebro y su cuerpo.

● Bloquear la luz azul: que los chicos utilicen el “modo nocturno” en sus dispositivos después del atardecer.

● Desactivar las notificaciones. Podés utilizar funciones integradas como Screen Time, de Apple, o Family Link, de Google, para establecer límites.

● Mantener los teléfonos fuera del dormitorio o del área para dormir. Es la mejor manera de ayudar a los chicos a resistir la tentación de usarlos, y esto les permite descansar mejor.

¿Se puede dar marcha atrás después de haberle dado acceso al celular y las redes?

El aprendizaje es permanente, por lo que los padres deben permitirse equivocaciones y replanteos sobre sus propias conductas.

Aceptar el error
“Muchas veces en la crianza y en la maternidad cometemos errores y siempre hay posibilidad de dar marcha atrás”, opina Castro Fumero. Según la especialista, es fundamental tomar conciencia del impacto y el daño que estamos ocasionando a nuestros hijos y hablar con ellos.

En esta misma línea, Fainboim cree que siempre se puede volver atrás. “Capaz tomamos una decisión de crianza que, al no contar con información de calidad, no nos dimos cuenta de que todavía nuestro hijo no estaba listo”, describe.

Hablar con sinceridad
Fainboim sugiere hablar con nuestro hijo con franqueza: “Por ejemplo, podemos decirle: ‘Tomé esta nueva decisión a partir de que leí algo o estuve investigando’ o ‘Me di cuenta de que esto no te está haciendo bien, que te veo exaltado, que te cuesta dormir, que no estás descargando lo que necesitás físicamente con el deporte’”.

Consejos para dialogar con los chicos sobre el tema

Los modos de acercamiento con nuestros hijos difieren según edades y personalidades. Lo que jamás puede falta es el espacio de conversación y de reflexión.

Hablar naturalmente. “Naturalizar el tema. Mostrar interés en lo que ellos están consumiendo: ‘¿cómo te fue en internet?´, ‘¿qué te copa?´ Muchas veces solo aparecemos con el reto o con el sermón y no conversamos ni les mostramos qué hacemos nosotros en internet. Hablemos en familia sin demonizar”, recomienda Fainboim.

Escucharlos. “Es clave escucharlos y ayudarlos a pensar para que desarrollen autonomía y, cuando lleguen a las redes sociales, sean chicos y chicas con capacidad de discernir, de opinar y de darse cuenta ellos mismos de los riesgos y no depender del cuidado de los padres”, opina Marcela Chicos Czarny, directora de Chicos.Net. Con la campaña “Si lo hablaste, ganaste”, esta ONG busca que los padres dialoguen con sus hijos sobre estos temas, discutan y busquen acuerdos.

Enseñarles a tener una mirada reflexiva y crítica. Desde que son chicos, hay que ir educándolos en la toma de conciencia y en el control. Contarles que los dispositivos pueden generar adicción y que es muy difícil separarse de ellos.

Comentar noticias. Tanto las novedades positivas como negativas pueden promover intercambios que ayuden a los chicos a reflexionar acerca del uso de las redes sociales. “Por ejemplo, algún caso de ciberbullying, siempre preguntarles su opinión, pensar cómo hubiera sido en otro momento sin redes?”, sugiere Czarny. Y agrega: “Hay que buscar también noticias positivas que sirvan para estimular el buen uso de las redes. Por ejemplo, un influencer que haya hecho una campaña solidaria”.

Mostrar estrategias. Fainboim propone mostrar conductas que sirvan como ejemplos positivos. Una posible intervención sería: “Me recuesta, tengo muchas notificaciones, muchas cosas de trabajo, pero quiero charlar tranquilo con vos, y entonces voy a dejar el celular acá en el cuarto”. Los chicos no están aprendiendo de nadie cómo usar internet de forma responsable. En este sentido, la experta aporta otro ejemplo: “Voy a subir esta foto tuya a mi cuenta que es privada. ¿Sabés la diferencia entre una cuenta privada y una pública? Si la tuviera pública no compartiría fotos tuyas, pero te cuido, entonces puse mi cuenta privada”.

¿Cómo responder si mi hijo me pide un celular y creo que no está listo? Si vemos que todavía no está en la etapa madurativa necesaria, Chicos.Net recomienda:

●Siempre el diálogo y la escucha. Tratar de no ir al choque y que ellos entiendan las razones teniendo siempre en claro que la decisión será de los padres.

●Una idea es pedirle a nuestro hijo que escriba por qué quiere un celular y que los padres podamos escribir por qué nosotros decimos que no: por ejemplo, porque nos da miedo, porque todavía queremos que jueguen en el mundo presencial, porque pensamos que hay un montón de actividades que se dejan de lado cuando uno ve el celular.

●Poner en una columna todas las razones por las que nosotros pensamos que no y que los chicos pongan en otra columna las razones por las que piensan que sí y que esa dinámica nos ayude a conversar sobre el tema.

¿Por qué nos cuesta tanto poner límites respecto al uso del celular y de redes sociales?

La intervención de los padres para regular el uso de las pantallas no es una tarea sencilla. Entender las propias dificultades para poner límites permite abordar mejor la problemática.

Dificultad para poner límites. A veces, les damos el dispositivo porque no tenemos tiempo para gestionar el desborde o el berrinche o porque tenemos dificultad para decir no.

Familias sin tiempo y desbordadas. Las familias suelen tener poco tiempo para dedicar a la crianza por trabajo u otros motivos. La solución más fácil por la que optan algunos padres no parece la ideal. “Ahí aparece la pantalla como esa solución medio mágica para que el nene no me demande”, cuestiona Fainboim.

Falta de conciencia sobre los efectos. Los especialistas coinciden en que se está naturalizando que un chico de 9, 10 u 11 años tenga acceso a las pantallas. “Nosotros no permitiríamos que nuestro hijo entre a ver una película que diga que es prohibida para menores de 18 años porque tiene escenas pornográficas, no permitiríamos que compre licor, marihuana o drogas si tiene 12 o 13 años… pero no nos damos cuenta de que cuando le damos el celular tiene acceso a todo eso al alcance de un click”, advierte Castro Fumero.

Menospreciar el impacto de los problemas del mundo virtual. “Tenemos que tener empatía para entender que lo que pasa ahí es importante, que es igual de real que lo que pasa en otro territorio, que puede ser físico”, dice Fainboim.

Creencia errónea.“No tengo mucho para aportar porque no soy nativo digital como mi hijo”. Esa es una típica frase de padres que permanecen ajenos a lo que sucede en las pantallas de los chicos.Para Fainboim, es clave no perder de vista que, más allá de que nuestro hijo pueda ser muy bueno con el manejo instrumental de la tecnología, le puede faltar la capacidad reflexiva para darse cuenta si algún contenido puede afectarlo o ponerlo en riesgo. “Esa capacidad reflexiva se la tenemos que aportar nosotros, no hace falta que sepamos jugar a tal jueguito para guiarlos y cuidarlos”, remata la experta.

¿Dónde puedo pedir ayuda y asesoramiento?

ReConectarse: con un equipo de psicólogos, psicopedagogos y psiquiatras, el centro brinda un tratamiento integral a personas con adicciones relacionadas con el uso de la tecnología, desde adicción a juegos online, pornografía o a internet. Además, brinda talleres de orientación para padres y chicos. laura@reconectarse.com.ar

Faro Digital: es una ONG que promueve talleres, campañas, investigaciones y contenidos que buscan promover los usos reflexivos y críticos de los medios digitales. consultas@farodigital.org

Argentina Cibersegura: desde 2011, brinda capacitaciones docentes, charlas en escuelas, talleres de seguridad informática para adolescentes y campañas de concientización, promoviendo el uso seguro de los medios digitales. Se puede requerir más información a info@argentinacibersegura.org o por teléfono: (011) 2150-3797

Chicos.net: esta organización diseña e implementa iniciativas para mejorar la calidad de vida y promover el cumplimiento de los derechos de los niños, niñas y adolescentes. Desde 2005, impulsan el uso seguro, responsable y significativo en internet a través de programas educativos y capacitaciones para los chicos y sus familias. Se puede requerir más información a info@chicos.net o por teléfono al 11.3437-2558

Grooming Argentina: se trata de una ONG dedicada a combatir el delito de grooming o child grooming”(acoso sexual virtual) a través de la prevención, la concientización, la capacitación y la asistencia a las víctimas y sus familiares. Dirección de contacto: contacto@groomingarg.org. Teléfono: +54 9 11-2481-1722

Jugadores anónimos: es un grupo de hombres y mujeres que se reúnen para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del problema de jugar compulsivamente. Hay grupos por zona geográfica. El único requisito para ser miembro es tener el deseo de dejar de jugar. No se requieren cuotas ni honorarios para ser miembro. Hay grupos también para ayudar a familiares y amigos de jugadores. Se los puede contactar por mail a info@jugadoresanonimos.org.ar.

Bienestar Digital: consultora especializada en implementar proyectos que potencien vínculos saludables con las tecnologías digitales. Brindan charlas para familias, docentes y estudiantes. @Bienestardigitalok en Instagram

Fundación Manantiales: se dedica a la investigación, prevención y asistencia integral de diferentes adicciones, desde drogadicción y alcoholismo hasta tecnoadicción. Teléfono: (011) 4382-8500

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