Sunday, December 22

Redes, Intimidad y el Arte de Conectar

Por: Mariano Quiroga

Vivimos en una época donde todo parece estar al alcance de un mensaje, pero comunicarnos nunca fue tan complejo. La tecnología nos brinda herramientas que transformaron cómo interactuamos, pero también introdujeron nuevos desafíos: malentendidos, ansiedad por respuestas inmediatas y diferencias en la interpretación de símbolos. En este contexto, el arte de conectar va más allá de las palabras; requiere sensibilidad para comprender tanto lo explícito como lo implícito.

Hablar cara a cara o enviar un mensaje sincero puede ser una experiencia poderosa. Hay algo único en mostrar nuestra esencia sin filtros, pero esa transparencia nos expone. Viví situaciones donde, a pesar de mi honestidad, lo que quise transmitir no llegó como esperaba. Por otro lado, cuando uso redes sociales, siento que tengo un mayor control: puedo editar, pensar y ajustar lo que quiero decir. Sin embargo, tanta mediación a veces convierte el mensaje en algo frío o demasiado calculado, lejos de lo que realmente siento.

En esta era hipermoderna, la comunicación no solo se da a través de palabras. Entraron en juego símbolos como emojis, stickers y memes, que pueden transmitir mensajes complejos con una simple imagen. Pero acá radica un desafío: el significado de estos elementos es profundamente subjetivo. Lo que para mí puede ser una expresión de conformidad, como un pulgar arriba, para otra persona podría leerse como indiferencia o incluso agresividad pasiva.

Además, hay algo particular en las plataformas digitales: las conversaciones parecen no terminar nunca. En WhatsApp, por ejemplo, muchas veces no sabemos cuándo ni cómo poner fin a un intercambio sin que la otra persona lo tome como desinterés. Esto genera una especie de diálogo permanente, donde cada silencio se llena de dudas.

El tiempo juega un papel crucial en estas interacciones. Estamos acostumbrados a la inmediatez y muchas veces interpretamos la falta de una respuesta rápida como una señal de desinterés o conflicto. Sin embargo, es fundamental aprender a distinguir entre la urgencia y el ritmo personal de cada uno. No responder de inmediato no significa que no importe el vínculo, y entender esto es clave para evitar ansiedad innecesaria.

La comunicación mediada también plantea retos generacionales. Entre padres e hijos, por ejemplo, las diferencias en los códigos digitales pueden dificultar la conexión. Un hijo puede expresarse con stickers o memes que para él tienen un significado claro, pero que el padre no sabe interpretar. Para salvar esta brecha, es necesario construir códigos compartidos que permitan un entendimiento mutuo.

La clave está en establecer reglas claras para cada relación, ya sea personal o profesional. ¿Preferís respuestas en audio? ¿Te resulta más cómodo un mensaje breve? Acordar estos detalles puede marcar la diferencia para construir un diálogo genuino y libre de malentendidos.

Otro aspecto importante es la gestión de las herramientas digitales para reducir la ansiedad. Algo tan simple como desactivar la confirmación de lectura (la famosa tilde azul) puede ayudar a eliminar la presión de responder inmediatamente y promover un intercambio más relajado y auténtico.

La tecnología no solo transformo el contenido de los mensajes, sino también la forma en que los interpretamos. Nos invita a reflexionar sobre cómo percibimos y procesamos lo que recibimos, y nos desafía a ser más conscientes de nuestras expectativas frente al otro.

Al final, el arte de conectar en la era hipermoderna no se trata solo de hablar o escribir, sino de construir vínculos que trasciendan las plataformas y los formatos. Se trata de escuchar, de entender al otro y de crear espacios donde las diferencias en los códigos y tiempos de respuesta no sean barreras, sino parte del aprendizaje compartido. Porque en el fondo, lo que buscamos no es solo comunicar, sino conectar de verdad.

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