Thursday, November 21

La IA y el futuro de la humanidad: reflexiones sobre el verdadero peligro

En medio del temor apocalíptico hacia la Inteligencia Artificial, es crucial analizar nuestra responsabilidad como seres humanos en la crisis planetaria. Avances tecnológicos, desafíos globales y el accionar humano se entrelazan en este llamado a la reflexión y a la acción

Por Mariano Quiroga

Desde que la palabra “Inteligencia Artificial” se instaló en la agenda mediática debido al surgimiento de herramientas como Chat GPT, Midjourney, entre otras, en la sociedad se despertó un temor apocalíptico digno de la narrativa distópica. El enfrentamiento a lo desconocido nos hace creer que se viene un escenario donde las máquinas se convertirán en nuestros verdugos debido a la conducta descontrolada de la IA, lo que llevaría a la irremediable desaparición de la especie humana. Lo llamativo de todo este relato es que recién ahora comenzamos a ver la oscuridad, como si ya no hubieran surgido indicios dentro de nuestra historia reciente de que el planeta está marchando de manera inexorable hacia un escenario con consecuencias catastróficas para todo ser vivo habitante de este mundo.

Celebro que la IA sirva para que podamos despertarnos de una buena vez, pero también deseo que ese miedo se convierta en acción y sea el motor para detener el avance despiadado de la mano del hombre sobre los recursos naturales de nuestro planeta. Porque desde hace más de medio siglo, la única casa que tenemos es víctima del accionar de los seres humanos. Sin ir más lejos, hay una lista confeccionada por el Future of Humanity Institute de la Universidad de Oxford y la Fundación Retos Globales, escrita en el año 2015, donde se enumeran los “12 jinetes del apocalipsis”. Allí podemos ver que la Inteligencia Artificial es solo uno de los posibles motivos por los cuales nuestra existencia corre peligro.

1. Cambio climático extremo.

2. Guerra nuclear.

3. Catástrofes ecológicas.

4. Pandemias mundiales.

5. Colapso del sistema mundial.

6. Impactos de grandes asteroides.

7. Supervolcanes.

8. Biología sintética.

9. Nanotecnología.

10. Inteligencia artificial.

11. Riesgos inciertos.

12. Mala gobernanza mundial en el futuro.

Cuando se analiza la lista, se observa que detrás de la destrucción del planeta y, por consiguiente, de la especie que habita en él, está presente la mano del hombre. Sinceramente, no hay otro responsable. Nosotros somos los únicos culpables del destino fatal que nos espera si no cambiamos de manera urgente el rumbo de nuestro destino. La tecnología que nos puede destruir no nació de un repollo, sino que fue pensada y diseñada por personas de carne y hueso. Ella por sí sola no puede hacer nada, son las personas que la manipulan las que deciden qué utilidad se le puede dar. Con la tecnología se pueden lograr avances maravillosos, pero también se pueden conseguir resultados nefastos, como se puede observar en la extinción de una gran cantidad de animales. Por eso, resulta hasta ridículo encender las alarmas sobre la IA como unica causante de nuestro acabose.

Sobre este estudio, el científico Stuart Armstrong dijo al respecto: “Los riesgos tecnológicos, especialmente la biología sintética, la inteligencia artificial y la nanotecnología, parecen suponer una mayor amenaza que los riesgos naturales, con la posible excepción de las pandemias. La guerra nuclear también es una gran amenaza y es un riesgo antropogénico, aunque no sea estrictamente de origen tecnológico”.

Como siempre digo, cada vez que me consultan sobre este tema, la tecnología no es el problema, sino quien la manipula. Y hasta ahora, lamentablemente, siento que la misma ha sido y está siendo utilizada en forma mayoritaria para fines que son claramente perjudiciales para nosotros. No se explica que aún sigamos viviendo en un mundo donde el dilema a resolver se encuentra en si es posible pensar el avance tecnológico sin poner en riesgo nuestro planeta. La pregunta a responder es: ¿Existe la posibilidad de que se inviertan miles de millones de dólares sin la necesidad de conseguir grandes retornos a costa de la destrucción del medio ambiente?

Asi lo demuestra el economista frances Jacques Attali en su ensayo “Breve historia del futuro” 

“una cuarta parte de todas las especies de mamíferos están amenazadas de extinción; una décima parte de los arrecifes de coral está ya condenados irremediablemente; otro tercio están amenazadas con la extinción de aquí a 2035. La población mundial de hipopótamos se ha reducido a la mitad en el curso de los últimos cinco años; el bacalao podría desaparecer completamente antes de finales de este siglo. En total, el número de especies de animales podría caer en un 90 por ciento, como lo ha hecho dos veces en la historia del mundo. La desaparición de la mitad de toda especie de vida antes de finales del siglo XXI no se da por descontada. Y eso no significa que la especie humana sobrevivirá”

Las evidencias sobran para demostrar que el mundo en el que vivimos no es viable, que necesita el compromiso de todos nosotros para poder salvarlo. La brecha no es solo digital, sino que también es social, económica, de género y racial. Estamos conviviendo en un planeta donde los que más tienen, léase por ejemplo los dueños de las GAFA, entre otros, miran como única salida la colonización espacial para poder sobrevivir. Siento que esto que digo ya lo vi en Los Simpsons, esperemos que no sean de esas profecías que cada tanto nos arroja la serie yanqui. Aún estamos a tiempo de preservar nuestro entorno. Debemos construir un pensamiento que trascienda nuestra biología, proyectándonos hacia el futuro y pensando en las generaciones por venir.

La pandemia nos mostró imágenes hermosas cuando, en pleno confinamiento, veíamos animales que se mantenían lejos de nuestro alcance caminando felices por un territorio ocupado desde hace décadas por el avance del supuesto progreso. En ese tiempo donde el mundo se detuvo y al hombre no le quedó otra opción que el confinamiento, el planeta respiró aire puro, dejando en evidencia que es solo cuestión de detener la máquina un tiempo para intentar reacomodar las cosas. Eso se consigue asumiendo el compromiso de planificar una agenda global que sea inclusiva. No todo está perdido, hay espacios que vale la pena conocer, donde la tecnología y la preservación del medio ambiente demuestran que pueden convivir. 

Cierro repitiendo la idea que me motivó a escribir esta nota. Ojalá que este temor por el avance de la IA se convierta en una fuerte autocritica sobre nuestro accionar. Debemos asumir el desafío de convertir el miedo en acciones concretas, que el debate no se apague cuando pase la moda impuesta por algo que se ve con asombro, pero que no es nuevo. De hecho, la IA surgió en pleno contexto de guerra fría entre EEUU y URSS, allá por los años 50, muy cerquita en la línea de tiempo de lo que fueron las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Ambos casos, pensados y protagonizados por humanos. Desde ahí en adelante, solo por poner un punto de partida, podemos observar cómo el ser humano intervino de manera consciente en cada una de las catástrofes que sacudieron al planeta Tierra, sin detenerse a mirar el tendal de muertes y destrucción que fue dejando en su camino.

Hubo algunos intentos desde los estados, como fue el Protocolo de Kyoto o la Agenda 2030, donde se propusiero ideas que, al menos desde lo discursivo, intentaron reconfigurar el camino. Pero la realidad marcha, y hoy estamos siendo espectadores de la guerra entre Rusia y Ucrania, un conflicto bélico que lleva gastados alrededor de 46 mil millones de dólares, casi el mismo monto por el cual Elon Musk compró Twitter, una plataforma donde los discursos de odio y las fake news pisan fuerte. Ambos son ejemplos donde no hay otra intervención más que la de personas, quizás algunos bots, pero que también juegan a ser personas, que inoculan virus muchísimo más perjudiciales que un programa de Inteligencia Artificial, que es importante recordarlo, también es programado por seres humanos. En conclusión, siento que antes de preocuparnos por la aparición del T-1000, debemos prestarle atención a lo que estamos haciendo nosotros para que ese final apocalíptico esté cada día más cerca.

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