Por: Mariano Quiroga
“La inteligencia artificial no nació con ChatGPT, y los medios de comunicación parecen olvidarlo” , afirma Hugo Muleiro (periodista y miembro de la Dirección de Capacitación de la Defensoría del Público), al tiempo que desentraña cómo la tecnología avanza bajo un manto publicitario que silencia las voces críticas. En esta entrevista, Muleiro, revela las conclusiones de una investigación que exponen la tendencia predominante de los medios a reproducir discursos promocionales sobre la IA, relegando el análisis profundo y el debate.
Desde ejemplos históricos de manipulación informativa hasta el rol actual de las grandes corporaciones tecnológicas, Muleiro traza un paralelismo inquietante: “La información falsa y los títulos manipuladores no son invento de la IA, son parte del mundo de la comunicación desde siempre” . Entre los riesgos de esta narrativa acrítica, alerta sobre cómo “el sistema nos empuja a depender de dispositivos, y quienes tienen más dinero obtienen mejores respuestas” , reflejando el poder transnacional de las grandes empresas.
¿Qué papel juegan los medios, los periodistas y la sociedad frente a esta revolución tecnológica? “Hace falta una mirada crítica urgente” , sentencia, invitándonos a pensar más allá del marketing ya cuestionar qué estamos realmente consumiendo cuando leemos o escuchamos sobre inteligencia artificial.
¿Cómo surge la idea de hacer esta investigación que deja en evidencia como los medios de comunicación están difundiendo el “impacto de la IA”?
Con Natalia Rossetti, que es socióloga e investigadora, compartimos un ámbito de trabajo específico. Conversando, veíamos el incremento de la circulación del enunciado “inteligencia artificial” y cómo empezó a ser involucrado en todo tipo de actividad humana. Pensamos que podríamos hacer un registro para analizar qué se presenta al público sobre IA. Porque, además de lo que uno pueda recibir a través de las plataformas o las propias aplicaciones en el uso diario del dispositivo móvil, seguimos pensando que hay una influencia todavía muy notable de lo que llamamos los medios de comunicación convencionales: la televisión, los diarios y los grandes grupos de comunicación. Creemos que estos medios son todavía muy determinantes en lo que la población sabe, no sabe o en lo que entiende bien o mal. Queríamos hacer esa verificación, y creo que el resultado demuestra que en los medios de comunicación, incluso en los que el mismo motor de Google ofrece para informarse sobre IA, hay una tendencia abrumadora que se publica sobre IA que parecen publinotas son meramente promocionales y no dicen nada más allá de lo que las corporaciones que manejan la Inteligencia Artificial, quieren que se diga.
¿Creés que los medios están usando inteligencia artificial, no solo en cómo comunican, sino también para producir contenido, como al usar chatbots para redactar notas?
He visto algo de esto aunque este estudio no incluyó televisión, recuerdo una tarde que estaba viendo un canal de noticias de Buenos Aires —el canal IP Noticias—, y presentaron un informe diciendo algo así como: “Ahora vamos a ver un resumen de una copa de fútbol hecho por inteligencia artificial”. La presentación mostraba la clásica imagen de Inteligencia Artificial: una pantalla azul, muchas conexiones y centros de edición, junto con imágenes de los partidos del día anterior y una voz absolutamente metálica narrando el informe.
Hace pocos días, La Nación anunció oficialmente que usará Inteligencia Artificial para presentar en audio los artículos de sus columnistas, encargando de esta tarea directamente a la tecnología. Me parece que la Inteligencia Artificial está cada vez más presente y se va instalando con una afectación directa, en primer lugar, sobre los puestos de trabajo y en segundo lugar, afecta algo que siempre se espera de la comunicación periodística que es una mirada fresca, innovadora y creativa, en la que el periodista observa la realidad desde un ángulo al que los lectores comunes no están habituados, porque no es su oficio.
Desde Multiviral tenemos una mirada muy crítica hacia las corporaciones, pero al mismo tiempo usamos herramientas como Google o WhatsApp. Esto nos pone en una posición contradictoria: somos críticos, pero seguimos utilizando lo que cuestionamos.
¿Vos cómo te estás vinculando hoy en día con la Inteligencia Artificial?
Soy consciente de que más de una vez recurrí a la Inteligencia Artificial en diversos grados de avance. Estamos en un sistema que nos está empujando a esto, hoy en día casi nadie puede funcionar sin un dispositivo. No podés viajar, comprar ciertas cosas, sacar turnos médicos o hacer trámites. El sistema nos llevó ahí, ahora, en lo personal, no recurri a la Inteligencia Artificial como herramienta de trabajo cotidiano y tampoco tengo interés en hacerlo. Más allá de alguna curiosidad, como preguntar por temas específicos, no la incorporé. Por ejemplo, una vez le pregunté sobre la guerra en Ucrania, y otro día le consulté sobre la huella digital que deja la Inteligencia Artificial; me dio una respuesta absolutamente graciosa y ridícula. Pero, salvo por curiosidad, no la uso.
Me parece interesante lo que estás planteando, porque creo que, en la desinformación actual, mucha gente asocia la inteligencia artificial únicamente con lo que comenzó a surgir a partir de noviembre de 2022 con herramientas como ChatGPT o Midjourney. Vos hacés algo muy valioso, que es remarcar que no todo es marketing y que estamos hablando de una herramienta con una línea cronológica previa. No nació cuando empezamos empezar a usar ChatGPT. Eso también es algo muy interesante, ¿no?
Sí, claro, y además es una línea de tiempo que, a mi modo de ver, nos muestra que la información falsa, la información condicionada, los títulos manipuladores y mentirosos, no son fenómenos creados por la tecnología, internet, las redes sociales o la inteligencia artificial. Son prácticas inherentes al mundo de la comunicación a través de los medios, que existieron desde siempre. Cada etapa tiene sus características. Los medios tuvieron épocas mejores y peores: momentos en los que fueron más auténticos y otros en los que se alinearon con distintos poderes. Pero esta idea de que la tecnología trajo la maldición de las noticias falsas y los rumores es, a mi parecer, una patraña descomunal. Lo curioso es que los mismos medios que se auto presentan como ajenos a la información manipulada tienen un largo historial de falsedades. Un repaso rápido de la historia de los medios, desde el 2000 para acá, deja en evidencia los altos niveles de manipulación y las falsedades publicadas, especialmente en el ámbito político, pero también en otros.
Cuando mencionaste un punto de partida, como la década del 2000, automáticamente pensé en ejemplos como la guerra de Malvinas y la propaganda mediática de la dictadura.
Durante ese tiempo, revistas como Gente y Noticias se usaron para transmitir mensajes alineados con el régimen. Incluso medios como Clarín que llegó a publicar una nota de los llamados “subversivos”, como los calificaba el régimen en ese momento, en una supuesta casa de recuperación con un tono humanístico. Era toda una página. Por supuesto, está lleno de ejemplos como ese.
Hace unos años, un historiador mexicano —tendría que buscar su nombre porque es muy interesante— publicó una investigación en la que analizó un impreso gráfico anterior a la independencia de México. Era una hoja que se pegaba en los árboles de lo que hoy es Ciudad de México, con una noticia completamente falsa diseñada para intimidar a la población que apoyaba los proyectos independentistas. Según recuerdo, decía que España estaba enviando una fuerza que iba a aplastar cualquier intento, infundiendo temor en la gente obviamente que era totalmente falso. La comunicación vinculada a la manipulación y la falsedad es parte de su dinámica. Esto no significa que todo sea así, pero existe como una posibilidad inherente.
A la hora de pensar en el marketing de la inteligencia artificial, podemos observar ciertas similitudes con lo que ocurrió con internet. En la década del ’60, internet era usada exclusivamente por la academia, los sectores militares y algunos otros círculos restringidos. En 1989, se popularizó, coincidiendo, curiosamente, con la caída del Muro de Berlín. En ese período, comenzó a consolidarse un nuevo régimen de propaganda liderado por las corporaciones. Me parece que algo similar está ocurriendo con la inteligencia artificial: inicialmente, limitada a ciertos sectores, pero ahora expandiéndose bajo un fuerte marco de marketing y control corporativo.
Hoy, al analizar cuáles son las principales empresas que lideran el mundo de la inteligencia artificial a nivel comercial, noto que, al menos entre las cinco primeras que la mayoría de la gente menciona cuando dice que la utiliza, todas son estadounidenses. Esto sucede en un contexto donde se debate un mapa geopolítico marcado por la disputa tecnológica y comercial entre Estados Unidos y China.
¿Qué lectura hacés de esta situación?
Bueno, sí, creo que se puede y se debe discutir. Tal vez no tanto la nacionalidad de cada corporación, porque eso es un rasgo más difuso, ¿no? Hoy, con los cruces accionarios y la transnacionalización de los paquetes de acciones, es difícil atribuir una nacionalidad específica a cada corporación, aunque sabemos que los principales accionistas pertenecen, en su mayoría, a Estados Unidos.
Pero, aun considerando esto como un elemento válido para el análisis, diría que no es lo más importante. Lo realmente relevante son las estrategias que estas corporaciones están desarrollando en el mundo. Hablamos de estrategias de control poblacional, captación de datos, direccionamiento de la subjetividad y, en cierto sentido, un arrasamiento de los estados nacionales.
La disputa de Brasil con X, o las discusiones que la Unión Europea intenta sostener con las grandes corporaciones tecnológicas, demuestran que estamos frente a empresas que trascienden fronteras, con capacidad de influencia en numerosos territorios y una incidencia política considerable.
Además de manejar este instrumento maravilloso, porque lo es, mediante el cual orientan nuestros campos de interés, conocen nuestras referencias y sensibilidades, y saben qué ofrecernos para mantenernos satisfechos, estas corporaciones tienen un poder inmenso. Insisto, aunque sus principales propietarios tengan una nacionalidad definida, hoy actúan más como entidades transnacionales.
Me recuerdan un poco a BlackRock, ese grupo que se describe como el segundo o tercer PBI del mundo, debido a la magnitud de los intereses que maneja. Estas corporaciones inteligentes y transnacionales pueden participar en licitaciones en Pakistán para decidir de dónde saldrá el acero para una nueva línea ferroviaria, o influir, como quedó demostrado, en la compra de vacunas contra la COVID. BlackRock, por ejemplo, utilizó los medios en los que tiene participación accionaria para orientar el pensamiento de las poblaciones a favor o en contra de determinadas marcas de vacunas, según sus intereses en ciertos fabricantes.
Me parece que las corporaciones que manejan la inteligencia artificial se encaminan hacia algo similar: convertirse en factores de poder transnacional con capacidad de incidir en decisiones gubernamentales o estatales, especialmente en temas como el manejo de datos y contenidos. Estas disputas ya están abiertas en numerosos países.
De hecho, mientras hablamos, no ha pasado ni un día desde que se concretó la entrega absoluta de lo que quedaba de ARSAT y Enacom al negocio de Elon Musk. Musk, junto con Starlink y otras iniciativas, sigue acumulando influencia, y es evidente que estas dinámicas son un reflejo de cómo operan las grandes corporaciones tecnológicas en el escenario global.
Elon Musk, además de ser accionista en los primeros inicios de OpenAI, es un actor importantísimo en este escenario, y ya está actuando de manera decisiva. Personalmente, creo que podría considerarse el primer “tecno-feudal”, usando el término de Yanis Varoufakis, alguien que incide directamente en la política. A diferencia de otras figuras, que suelen mantenerse más al margen, Musk tiene una incidencia directa y notable.
Sí, Elon Musk es especialmente brutal, descarado e incluso indecente en sus discursos, en la forma en que se pronuncia, en las palabras e imágenes que utiliza. Es particularmente provocador. No es casualidad que tenga una relación cercana con el presidente argentino; comparten ciertos rasgos afines en ese sentido.
Sin embargo, no creo que Musk sea el único en este juego. Por ejemplo, en el universo de Meta y sus plataformas, hay una acción política muy fuerte. Se evidencia en la cantidad de censura y en los señalamientos que recuerdan al macartismo. Es común ver que propietarios de cuentas sean señalados o censurados por expresarse sobre intereses estratégicos de Occidente de una manera no alineada. Lo estamos viendo actualmente con el conflicto en Medio Oriente, donde usuarios denuncian censura simplemente por publicar imágenes de la guerra o del exterminio.
Aunque Mark Zuckerberg y su entorno no generan una reacción tan visceral como la que provoca Musk, no encuentro una gran diferencia ideológica entre ambos. Las estrategias de Meta parecen más refinadas, quizás mejor calculadas para no ser tan evidentes, pero la carga política e ideológica detrás de sus acciones es igualmente notable.
Volviendo al tema de los medios, crees que hace falta una columna o, al menos, un análisis más profundo sobre el impacto de la tecnología en la sociedad, similar a cómo se aborda el periodismo económico o político.
Es necesario un periodismo analítico que se enfoque en cómo la tecnología, especialmente la inteligencia artificial, influye en decisiones tan importantes como la elección de un presidente.
Hay algunas universidades públicas que están desarrollando cátedras, proyectos de investigación y formación de personas que puedan desempeñarse de manera responsable en este entorno, sin caer en la manipulación de las tecnologías.
Desde luego que sería saludable que los medios desarrollen una estrategia para abordar este tema de manera profunda y crítica. Algunos esfuerzos aislados están en marcha, pero aún faltan perspectivas más amplias y consistentes, especialmente por parte de los medios con mayor alcance. Sin embargo, no soy optimista sobre que esto suceda. Los entrecruces de intereses nacionales e internacionales son complejos. Sabemos, por ejemplo, que BlackRock es uno de los accionistas de Clarín, lo que demuestra cómo las corporaciones y sus intereses transnacionales también afectan a los medios de comunicación. Con el retroceso de los estados en sus capacidades regulatorias, los medios también están perdiendo su independencia y se están alineando más con estos intereses globales.
De alguna forma, los medios están a merced del avance de grandes fuerzas internacionales que, con un simple movimiento de acciones en cualquier bolsa del mundo, pueden liquidarlos. Es un tema muy complejo. Yo apostaría a que una voz más consciente, más alerta e independiente podría surgir de espacios no convencionales, como los grupos de discusión, o incluso universidades. Pero me parece que nadie podrá hacerlo por sí solo. Habría que encontrar una forma de funcionar en un ambiente compartido, donde el intercambio sea fluido y los esfuerzos se puedan repartir, porque al final, todos tenemos que trabajar y pagar impuestos.
Es raro pensar que esta crítica pueda surgir desde las propias corporaciones, no solo por su propio interés, sino también porque la inteligencia artificial facilita que se rastreen y censuren voces críticas. Si, por ejemplo, esa nota se encuentra en un portal que se difunde a través de WhatsApp o Google, el poder algorítmico puede reducir su visibilidad de forma sencilla. Es completamente posible, de hecho, esto lo denunció la semana pasada un periodista palestino, aunque lamentablemente no recuerdo ahora qué red utilizó.
Pero una cuenta muy robusta, que denunció esto, dijo que no todos sus posteos llegaban al público que estaba acostumbrado a alcanzar. Incluso con una selección de sus posteos, tal vez aleatoria, solo llegaba a la mitad de su audiencia habitual, y todo esto estaba siendo afectado por inteligencia artificial. Esto demuestra el gran riesgo que representa este tipo de manipulación, por lo que digo que hace falta un conocimiento profundo y una capacidad de búsqueda para poder informarse adecuadamente sobre todo lo que está pasando en este universo. Porque una persona común, que tiene sus ocupaciones y obligaciones y no está especializada en el tema, no tendrá la capacidad crítica necesaria para navegar en este entorno.
Esto me abre otro campo que quería preguntarte. Recién hablábamos de la capacidad de búsqueda. Lo que ya está demostrado, con cifras que lo respaldan, es que el acceso a notas mediante buscadores ha caído rotundamente. Esto sucede incluso cuando los primeros 10 resultados son seleccionados por el algoritmo de inteligencia artificial de Google. La caída es notable porque ahora existe esta tendencia de preguntar a la IA y que te resuma el tema, lo que reduce la capacidad de búsqueda. Ya no tienes esa diversidad de opciones, sino que vas directamente al resumen que te da la IA, y a partir de ahí te informas.
Por supuesto, esto es una pérdida, y en muchos sentidos, una pérdida importante, especialmente para la democracia. Con un solo visor, estás reemplazando un menú de opciones, que, si bien no es completamente amplio ni justo, al menos te ofrecía varias perspectivas. Por ejemplo, si buscas “Javier Milei”, podías acceder a diferentes medios, como Clarín, Ámbito, Página/12. Había una supremacía de los medios del sistema, pero también existían alternativas que podías explorar y que llamaban la atención. El reemplazo de la búsqueda de respuestas a través de inteligencia artificial, en lugar de utilizar un motor de búsqueda como Google, es una pérdida enorme. El acceso a la información es una pérdida política, cultural, y, en algunos casos, incluso económica. Porque si las búsquedas están completamente organizadas, con respuestas dirigidas sobre la compra de un producto, esto también influye de manera comercial en el mercado. La métrica que genera esa página web es la que luego se presenta al anunciante para decirle cuántos ingresos tiene la página y, con eso, definir una pauta publicitaria para sostener el medio.
Aquí hay un par de cosas que me gustaría discutir rápidamente. Te quiero preguntar sobre el ámbito creativo, porque se habla mucho de la sustitución de la creatividad, de que la inteligencia artificial no puede ser creativa. ¿Cómo se puede analizar esto desde el punto de vista poético, o en la creación de poesía, en relación con la inteligencia artificial?
Sí, hasta ahora diría que uno de los mayores fracasos de la inteligencia artificial es dotarla de un margen de creatividad, lo cual no logra por su propia naturaleza. La IA se basa en la combinación de millones de fórmulas y posibilidades para ordenarlas de una determinada manera, pero no tiene capacidad creativa independiente. Esto choca fuertemente con la poesía, porque ninguna de esas fórmulas puede capturar la esencia de lo poético.
Si algo se le pide a la poesía es que nos muestre o nos hable de algo de una manera que no habíamos descubierto antes. Tiene esa demanda de presentarnos lo que vemos todos los días de una forma nueva. Conozco poetas que han probado incluso con inteligencia artificial. Uno de ellos, de México, contó que empezó a hacer pruebas con una IA de acceso libre, pidiéndole un poema con ciertas palabras y características. La respuesta fue calamitosa, casi para llorar. Luego, contrató el servicio de pago, y cuando pagó por el máximo acceso al sistema, la respuesta mejoró significativamente, lo que muestra la perversidad de la lógica del negocio. La IA mejora sus respuestas según la capacidad de pago. Esto revela un acto profundamente antidemocrático y discriminatorio, porque le da las mejores respuestas a los que más dinero tienen. Esto es fatal para la comunicación y la circulación de información.
Ahora, volviendo a la creatividad, no diría, por lo que conozco y por la publicación que hago, que haya motivos ni perspectivas de que un dispositivo pueda reemplazar a un poeta que trate de escribir algo como “una rosa” de una manera que nunca antes se haya escrito.
Quizás podría pasar que el público acepte algo generado por IA como creativo y bello, porque la exigencia del público baja al atomizarse la cantidad de contenido que consumen. Cuando uno analiza, por ejemplo, la música hoy en día, que suena muy parecida, parece que todo entra en un sistema o mercado que busca repetir fórmulas comerciales. Al producirse y tener esa aceptación del público, porque no tiene otras opciones a la hora de consumir nuevas experiencias culturales, se va despertando y naturalizando la idea de que eso que está escuchando es algo bello desde lo artístico.
Sí, es algo que está sucediendo, y mencionas muy bien con el tema de la música. La música ahora es mayormente uniforme; no hay variedad: el mismo ritmo, el mismo tono. El sistema ha adoptado géneros y ritmos musicales que en su momento tuvieron su historia y su razón de ser, e incluso fueron instrumentos de rebeldía social y política, pero hoy los ha apropiado y los usa según su conveniencia. Creo que esto ha provocado una baja de calidad y una uniformidad. Ahora, la música está muy estandarizada, y eso representa una pérdida en términos de riqueza cultural. Por eso, es posible lo que mencionas: que esto termine produciendo una disminución en la demanda de diversidad, de creatividad, y que nos conformemos cada vez con menos.
Yo quería hacer una última mención, porque hay muchas cosas en las que la tecnología está influyendo y modificándonos. Terminamos diciendo que es una herramienta que nos transforma, porque lo estamos viendo. Es una herramienta que no es nueva, y vos lo mencionas muy bien. Creo que esas dos o tres menciones obligan a que los medios, tomando en cuenta lo que ustedes denuncian—de que de 10 noticias, 3 son críticas—deban aumentar la exigencia en el periodismo. Se debe visibilizar más el uso de la inteligencia artificial, ya que también es noticiable y necesario.
Sí, el requerimiento es urgente. Hace falta una mirada crítica. Tradicionalmente, los periodistas debían hacer una serie de preguntas cada vez que recibían información: ¿Cuál es la finalidad de que me llegue esta información? ¿Quién la envió? ¿Por qué? ¿Qué intereses tiene? ¿Con qué puedo contrastarlo? ¿Quién me puede dar una versión diferente, más amplia y rica? De esta manera, se elaboraba una noticia. Con la inteligencia artificial, esto pasa especialmente con los contenidos generados automáticamente. Al menos en Argentina, las expectativas son bajas porque el sistema mediático está exhausto y mal alimentado económicamente. Aunque se tiene la imagen de los medios de Buenos Aires, en la provincia, la mayoría de los periodistas tienen 2, 3, 4 o 5 trabajos. Trabajan desde la mañana hasta la noche, escriben una nota, hacen el texto para un portal, graban un audio para una radio, crean la imagen para un canal de streaming o televisión. Son periodistas realizando el trabajo de 3 o 4 personas a la vez. Hay una gran precarización, y la pandemia fue fatal en este sentido. Así que estamos ante un sistema mediático con muy poca capacidad de respuesta y una escasa acción responsable. Es muy difícil pedir que reaccionen mejor de lo que lo están haciendo, lo cual, por supuesto, es una mala noticia.
Sin embargo, hay mucha esperanza en la parte de la investigación y el estudio en las universidades, especialmente en las carreras de comunicación. Nosotros hicimos esto por Natalia, pensando que podría ser un instrumento que llamara la atención y dijera: “Che, esto está mal, veamos qué podemos hacer”.