Las iglesias evangélicas, con su poder territorial, se convierten en un aliado clave para el armado de Milei en la PBA.
En un modesto salón de Lanús, donde las paredes blancas y el aire cálido de la tarde se mezclan con el eco de las palabras de un pastor, un grupo de hombres y mujeres se prepara para una reunión política. Aquí, entre oraciones y promesas de fe, se construye algo más: una alianza que une a los sectores más conservadores de la política argentina con los valores tradicionales de las iglesias evangélicas. En este espacio, no hay trajes caros ni discursos grandilocuentes, pero sí una visión clara de lo que se busca: poder en el territorio, poder en la vida de la gente.
A unos kilómetros de allí, en un teatro del centro porteño, Javier Milei, con su estilo provocador y su discurso incendiario, se presenta ante una multitud expectante. “La casta está muerta”, grita, y la respuesta no tarda en llegar: aplausos, vítores y una ovación que parece más un grito de guerra que un acto político. Entre los asistentes, algunos llevan remeras de “La Libertad Avanza”, mientras que otros, organizados por las iglesias evangélicas, se han desplazado desde el conurbano. La alianza entre Milei y los sectores evangélicos está sellada, y con ella, una nueva etapa en la política argentina.
La Alianza: Fe, Política y Territorio
La Libertad Avanza (LLA), liderada por Milei, logró una victoria estratégica, sus armadores Sebastián Pareja y Alejandro Carrancio, estrecharon la mano de Diego Villamayor, líder del partido evangélico Una Nueva Oportunidad (UNO). Un espacio
con fuerte presencia en el conurbano bonaerense. Lo que a primera vista podría parecer una jugada electoral más, en realidad es una representación de los cambios profundos que atraviesan la sociedad y la política. En un contexto de fragmentación, donde las certezas desaparecen y las identidades se redefinen, las alianzas ya no se construyen solo en torno a ideas o ideologías comunes, sino también sobre la capacidad de conectar con las necesidades emocionales y simbólicas de la gente.
UNO, que en su momento supo ser parte del PRO, decidió dar un paso hacia Milei cuando el partido amarillo comenzó a mostrar fisuras. Los valores que Milei promueve, como el rechazo al aborto, la defensa de la familia tradicional y la promesa de un cambio radical en la economía, son los mismos que resuenan en los círculos evangélicos. “Milei está haciendo las cosas bien”, dice Diego Villamayor, líder de UNO, con la mirada fija en un futuro que ya no parece tan incierto. La alianza, sin embargo, va más allá de lo ideológico: es, ante todo, una alianza territorial. Las iglesias evangélicas, con su fuerte presencia en barrios populares, son el puente que conecta a Milei con los sectores más vulnerables de la provincia de Buenos Aires.
La Fragmentación de la Realidad
La política, en tiempos de crisis, se convirtió en un espectáculo donde las emociones se mezclan con los intereses. En lugar de grandes narrativas colectivas que unifiquen a la sociedad, lo que predomina es la búsqueda de respuestas inmediatas a problemas cotidianos. En este escenario, los políticos deben construir relatos simples, directos, que apelen a lo más básico de las personas: el miedo, la esperanza, el deseo de un futuro mejor. Milei, con su estilo disruptivo y su rechazo a las estructuras tradicionales, encarna esta tendencia a la simplificación. Su discurso no se dirige a las grandes masas, sino a los segmentos que se sienten despojados de sus certezas, aquellos que buscan un líder que les devuelva el control.
Las iglesias evangélicas, por su parte, juegan un papel clave en este proceso. En un contexto donde las instituciones tradicionales ya no ofrecen respuestas, las iglesias se han convertido en centros de poder alternativos. Además de brindar apoyo espiritual, las iglesias ofrecen servicios concretos: comedores, escuelas, centros de salud. Y lo más importante: ofrecen comunidad. En un mundo donde las personas se sienten cada vez más solas, la iglesia se convierte en un refugio emocional, en un espacio donde los valores de familia, trabajo y moral se encuentran con las necesidades más básicas.
Un evangelio digital
La alianza entre Milei y UNO no se limita a los barrios; se extiende a las pantallas. Las iglesias evangélicas, con su presencia en redes sociales, se han convertido en verdaderas fábricas de contenido. Desde sermones transmitidos en vivo hasta publicaciones que mezclan citas bíblicas con mensajes de autosuperación, estas plataformas son el puente que conecta a miles de fieles. Para Milei, cuya figura se ha construido en gran parte gracias a su dominio de los medios digitales, este es un territorio familiar.
El discurso libertario, que promete libertad individual y un Estado reducido, encuentra eco en los valores que promueven las iglesias: la familia, el trabajo y la autosuficiencia. Las redes sociales se convierten en el campo donde estas narrativas convergen, creando una burbuja ideológica donde los seguidores de ambos espacios refuerzan sus creencias.
En TikTok, un video de Milei hablando de la “casta política” puede aparecer junto a un clip de un pastor que predica sobre la necesidad de romper con las ataduras del pasado. En Instagram, los reels muestran a líderes evangélicos y libertarios compartiendo escenarios, mientras los comentarios se llenan de “Amén” y “Viva la libertad, carajo”. Este ecosistema digital no solo amplifica el mensaje, sino que lo legitima ante una audiencia que ya desconfía de los medios tradicionales.
El algoritmo de la fe y la política
Las plataformas digitales no son neutrales; funcionan como filtros que priorizan lo que genera más interacción. Y tanto el discurso de Milei como el de las iglesias evangélicas están diseñados para eso. La indignación, la esperanza y el miedo son emociones que se viralizan, y esta alianza sabe cómo explotarlas.
Un ejemplo claro es el debate sobre el aborto. Mientras Milei refuerza su postura en contra con argumentos económicos y éticos, los líderes evangélicos lo abordan desde la moral cristiana. En Facebook, los grupos que comparten estas ideas crecen exponencialmente, alimentados por algoritmos que detectan la polarización como un motor de tráfico.
Pero no todo es espontáneo. La Libertad Avanza y UNO han entendido que las redes son una herramienta estratégica. Equipos de comunicación trabajan en sincronía para producir contenido que resuene con su público objetivo. Desde memes que ridiculizan a sus adversarios hasta transmisiones en vivo que mezclan política y fe, cada pieza está diseñada para reforzar el vínculo emocional con sus seguidores.
La Política como Mercado de Emociones
Lo que está en juego en esta alianza no es solo un espacio político, sino un mercado de emociones. En lugar de ofrecer políticas públicas complejas, los partidos deben ofrecer certezas emocionales. Milei lo sabe. Su discurso no es solo una crítica a la casta política; es un grito de guerra que busca conectar con aquellos que se sienten excluidos del sistema, con aquellos que han sido dejados de lado por la promesa de una democracia que ya no cumple sus expectativas. La política se convirtió en un espacio donde lo simbólico pesa más que lo práctico. Las promesas de cambio, aunque a menudo vagas y ambiguas, tienen un poder irresistible sobre los votantes.
La alianza con UNO no es solo una jugada electoral. Es una estrategia para conectar con un sector de la población que, más allá de sus diferencias políticas, comparte una visión común del mundo: el valor de la familia, la moral cristiana y la necesidad de un cambio radical. En este contexto, la política ya no es un espacio de debate ideológico, sino un espacio donde se negocian identidades y emociones.
La Realidad del Conurbano: Entre la Esperanza y la Desilusión
En barrios como Villa Fiorito o San Francisco Solano, la política no se vive en las pantallas de televisión ni en los discursos de los políticos. Se vive en las calles, en las iglesias, en los encuentros de barrio. Allí, la política se reduce a algo más inmediato: conseguir trabajo, acceder a un plato de comida, lograr que los chicos puedan estudiar. Y en este escenario, las iglesias evangélicas juegan un papel central. No solo son lugares de culto, sino también centros de contención social.
UNO, con su capacidad de movilización y su presencia en los barrios, es un actor clave en este territorio. Las iglesias no solo predican la fe; también movilizan votos, organizan encuentros y construyen redes de apoyo. Para Milei, este es un activo invaluable. En un contexto donde la política tradicional ha perdido conexión con los sectores más vulnerables, las iglesias evangélicas representan una vía directa hacia el corazón del conurbano.
Pero esta alianza no está exenta de contradicciones. Muchos de los fieles evangélicos, aunque comparten los valores de Milei, desconfían de sus propuestas económicas. Los fieles quieren un cambio, pero no a costa de los más pobres. La tensión entre el discurso liberal de Milei y las expectativas sociales de los sectores más humildes es una de las grandes incógnitas de esta alianza.
El Futuro de la Alianza
La alianza entre LLA y UNO es una jugada audaz en un contexto político cada vez más fragmentado. En lugar de los grandes relatos que unifican a la sociedad, hoy las alianzas se construyen sobre la base de identidades específicas, sobre valores compartidos y sobre la capacidad de conectar emocionalmente con la gente. Milei y UNO lo saben: la política ya no se trata solo de ideologías, sino de emociones, de respuestas inmediatas a las necesidades de la gente.
El futuro de esta alianza está marcado por la incertidumbre. En un mundo donde las lealtades son efímeras y las alianzas se negocian en tiempo real, la política es un juego donde las certezas son cada vez más difíciles de encontrar. Pero lo que está claro es que, en este nuevo escenario, la fe, la política y el territorio se han entrelazado de una manera que nunca antes habíamos visto.