Tuesday, April 1

El Criptogate y la Era del Cinismo: La Política como Espectáculo y la Captura del Estado

Por: Mariano Quiroga

La noticia explotó en redes sociales. Un esquema de financiamiento opaco, una moneda digital de dudosa procedencia y un gobierno que, en lugar de retroceder, redobla la apuesta con descaro. Para muchos, el Criptogate no es una sorpresa; para otros, la confirmación de que la política ya no se rige por la búsqueda de la verdad, sino por el dominio de la narrativa. Pero más allá del escándalo, este episodio es una ventana a los mecanismos profundos que moldean nuestra realidad política y económica: la descomposición de la esfera pública, la captura del Estado por elites privadas y la expansión de modelos económicos que disfrazan la concentración del poder bajo la apariencia de innovación.

El Espectáculo del Cinismo

Hace unas décadas, un escándalo de este calibre podría haber provocado un sismo político. Hoy, apenas genera indignación pasajera. La sociedad fue moldeada por un flujo inagotable de crisis, información y desmentidas, hasta el punto de que la corrupción dejó de ser un motivo de rechazo. Lo que antes era indignación, ahora es resignación. La sobreexposición al conflicto político hizo que el ciudadano promedio ya no busque hechos, sino relatos que refuercen sus creencias.

Los votantes del presidente no son ajenos a esto. Lejos de sentirse traicionados, justifican el escándalo con una lógica simple: “todos son corruptos pero al menos éste hace algo”. Para ellos, la política es un terreno minado de engaños y tramas ocultas. En ese contexto, optan por quien mejor encarna su enojo. No se trata de evaluar la gestión o programas, sino de encontrar un líder que los represente en su lucha contra el “sistema”. Este es un electorado descreído, que ya no espera soluciones concretas, sino espectáculos de confrontación.

La comunicación política cambio. Ya no se busca persuadir con datos, sino con imágenes potentes y frases explosivas. El presidente y su equipo entendieron que en este ecosistema informativo la consistencia ideológica es irrelevante; lo único que importa es la capacidad de mantenerse en el centro de la conversación.

La Captura del Estado y el Poder Privado

El Criptogate también es una muestra de cómo el Estado dejo de ser un garante del interés general para convertirse en un facilitador de negocios privados. Si antes se hablaba de “capitalismo de amigos”, donde empresarios vinculados al poder obtenían ventajas indebidas, hoy la situación ha mutado: ya no se trata solo de prebendas, sino de la entrega directa de funciones estatales a actores privados.

La promoción de una moneda digital no es solo una decisión técnica; es un símbolo de cómo el poder político y el financiero se fusionaron en una estructura donde el interés público es secundario. En este nuevo orden, las instituciones democráticas pierden peso frente a acuerdos entre tecnócratas y empresarios que controlan desde la información hasta la infraestructura digital. El ciudadano promedio no tiene injerencia en estas decisiones; solo puede adaptarse a los cambios impuestos desde arriba.

Este modelo permite que ciertos grupos económicos se beneficien sin someterse a los mecanismos de control tradicionales. Empresas de tecnología y finanzas desplazan a los actores estatales en la provisión de servicios esenciales, pero sin las responsabilidades que estos implicaban. Mientras tanto, la población es cada vez más dependiente de plataformas que concentran el poder en pocas manos.

El Mercado como Ilusión

El escándalo también encaja en un fenómeno más amplio: la promoción de un supuesto “mercado libre” que en la práctica reproduce estructuras de dominación. Se vende la idea de que los individuos pueden participar en igualdad de condiciones, pero la realidad es que unos pocos actores controlan los mecanismos clave. En el caso de las criptomonedas, se presentan como una alternativa al sistema financiero tradicional, pero están dominadas por pequeños grupos con el poder de manipular su valor y acceso.

El gobierno adopto esta lógica como parte de su discurso. Se promueve la “libertad económica”, pero se oculta que la mayoría de las personas están atrapadas en un ecosistema donde unas pocas corporaciones dictan las reglas. La promesa de independencia financiera se vuelve un espejismo cuando los mecanismos de acumulación de riqueza siguen estando fuera del alcance del ciudadano común.

El votante de Milei, en su mayoría, no es alguien que se beneficia de estas estructuras, sino alguien que las sufre. Es un trabajador precarizado, un comerciante asfixiado por la volatilidad del mercado, un profesional que ve cómo su oficio es reemplazado por algoritmos. Pero en lugar de cuestionar el modelo económico que genera esta situación, encuentra en el presidente un vengador simbólico contra los políticos tradicionales. Se aferra a la narrativa de la “meritocracia” y del “esfuerzo individual” incluso cuando el sistema le demuestra día a día que esas reglas no aplican para todos.

Conclusión: Un Juego de Simulacros

El Criptogate no es solo un escándalo de corrupción. Es la prueba de cómo cambio nuestra relación con la política y la economía. La corrupción ya no es un obstáculo para gobernar, sino parte del show; el Estado ya no regula el mercado, sino que lo entrega a manos privadas; y la promesa de un sistema económico más abierto se convierte en una trampa donde siempre ganan los mismos.

El problema no es solo que este tipo de escándalos no tengan consecuencias. El problema es que, en este contexto, el escándalo es parte del sistema. Se gobierna a través del caos, la confusión y el control del relato. En un mundo donde la verdad es cada vez más irrelevante, lo único que importa es quién logra imponer su versión de los hechos.

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